jueves, 3 de agosto de 2017

MADRE DE FAMILIA NUMEROSA

…madre de familia numerosa, de las de antes



En la década de los 60 era muy frecuente que las familias fueran numerosas, pero numerosas de cinco, seis y siete hijos en adelante. Esto ha cambiado mucho y el numero de hijos por familias ha disminuido tanto que en la actualidad la ley considera como familias numerosas a las que tienen tres o más hijos, y para las generaciones actuales y venideras tener un hijo esta siendo algo casi excepcional.

Las mejoras tecnológicas, la revolución digital, la igualdad y todas las trasformaciones sociales que se han ido produciendo, han acompañado también la trasformación de la familia tradicional, y se ha producido una diversificación de tipologías de familias, con más opciones, más oportunidades, y más ventajas en general. 

Estos cambios han hecho que esta raza de madres de las que vamos hablar, de un calibre de madres excepcionales sea una raza a extinguir. Las madres actuales son otra categoría posiblemente a desaparecer dado su perfil de verdaderas heroínas en materia de conciliación, pero este podrá ser tema de otro artículo. En este voy a centrarme en el papel de esa madre de familia numerosa de los años 60.

Habitualmente, en estos años, cuando se constituía el matrimonio, la mujer dejaba todo, estudios y/o trabajo, para dedicarse por completo a la formación de su familia. El objeto de esta unión era esto, tener hijos para formar una familia, por lo que no había que pensar cuando sería el mejor momento para tener los hijos, estaba claro que desde el minuto uno, la pareja se ponía a ello. Esta cultura de familia tradicional, junto con la cultura religiosa y los métodos habituales de anticoncepción de la época poco fiables, daban como resultado lo que ha supuesto el baby boom de los años 70-80, con un aumento de población dado el incremento de las familias numerosas.

En estas familias, las mamas entraban en una necesidad de optimización de recursos personales y materiales que aumentaba el “ingenio” propio de estas supermamás, convertido en esa varita mágica que tenían siempre para dar solución a todo lo cotidiano. No había momento para lamentos, todo disgusto o frustración iba a un pozo sin fondo que tenían muy bien custodiado en algún escondido lugar. Y a otra cosa que no hay tiempo.

¡Pedrito, digo no, Juanito, ¡Elena…, coñe!, Carlos!, y al final se atina. 

Todo con su justo valor, no hay tiempo para esto no me gusta, no quiero, no vale, no me vale…veinticuatro horas ininterrumpidas poniendo tiritas y empujando a la vida. Lo que se rompe se arregla, lo que sobra se le da otro uso, todo se aprovecha y no se tira nada para equilibrar la economía familiar. Los hermanos pequeños son los que más heredan y milagrosamente la ropa pasa de una generación a otra solo con algún parche o remiendo. En la cocina todo se hacía más grande, pues lejos de deshacerse de las sobras, si es que había sobras, estas llenaban el puchero o las croquetas del día siguiente. Hasta jabón se hacía con las sobras del aceite, y por cierto menudo jabón, ahora solo lo encuentras como un producto de lujo por su neutralidad.

Cocinera, camarera, chef, limpiadora, reportera, pediatra, enfermera, profesora, auxiliadora, cuidadora, psicóloga, modista, costurera, pedagoga, asesora, defensora, protectora, reponedora en la nevera/despensa, economista, peluquera, actriz, escritora, interventora, legisladora, narradora, e incluso fontanera, electricista y en general reparadora. Todos estos títulos ganados a pulso en la vida, y con la mejor de las recompensas, el amor de los hijos.

Las más comunes herramientas de trabajo de este magnífico ser fueron, la mejor de sus sonrisas, las tiritas mágicas y la zapatilla de doble uso. Labor maternal inigualable de saber poner los límites con la inconfundible dulzura del amor maternal.

No creamos que estas mujeres han quedado en el anonimato en la historia. Nada más lejos de la realidad, toda su dedicación, educación, amor, valor, sabiduría, y todas sus aportaciones han quedado inmersas en sus hijos, de tal forma que seguirán vivas año tras año en la vida de todos sus descendientes y, es seguro que ha quedado reflejada en la historia de tantos y tantos personajes que sí, muchos de ellos si han llegado a rellenar los libros de historia de los últimos años, aunque esto no sea lo más importante.

El valor incalculable de esta trasmisión de sabiduría, como lo es esa receta familiar inigualable que se trasmite de generación en generación, es a ciencia cierta un valor seguro para la vida de los que hemos tenido la suerte de tener este tipo de madre y haber recibido las mejores dosis de su buen hacer y sabiduria.


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