…madre
de familia numerosa, de las de antes
En la década de los 60 era muy
frecuente que las familias fueran numerosas, pero numerosas de cinco, seis y
siete hijos en adelante. Esto ha cambiado mucho y el numero de hijos por familias ha disminuido tanto que en la actualidad la ley considera como familias numerosas a las que tienen tres o
más hijos, y para las generaciones actuales y venideras tener un hijo esta siendo algo casi excepcional.
Las mejoras tecnológicas, la
revolución digital, la igualdad y todas las trasformaciones sociales que se han
ido produciendo, han acompañado también la trasformación de la familia
tradicional, y se ha producido una diversificación de tipologías de familias,
con más opciones, más oportunidades, y más ventajas en general.
Estos cambios han hecho que esta raza de madres de las que vamos hablar, de un calibre de madres excepcionales sea una raza a extinguir. Las madres
actuales son otra categoría posiblemente a desaparecer dado su perfil de
verdaderas heroínas en materia de conciliación, pero este podrá ser tema de
otro artículo. En este voy a centrarme en el papel de esa madre de familia
numerosa de los años 60.
Habitualmente, en estos años,
cuando se constituía el matrimonio, la mujer dejaba todo, estudios y/o trabajo,
para dedicarse por completo a la formación de su familia. El objeto de esta
unión era esto, tener hijos para formar una familia, por lo que no
había que pensar cuando sería el mejor momento para tener los hijos, estaba
claro que desde el minuto uno, la pareja se ponía a ello. Esta cultura de
familia tradicional, junto con la cultura religiosa y los métodos habituales de
anticoncepción de la época poco fiables, daban como resultado lo que ha
supuesto el baby boom de los años 70-80, con un aumento de población dado el
incremento de las familias numerosas.
En estas familias, las mamas
entraban en una necesidad de optimización de recursos personales y materiales
que aumentaba el “ingenio” propio de estas supermamás, convertido en esa varita
mágica que tenían siempre para dar solución a todo lo cotidiano. No había
momento para lamentos, todo disgusto o frustración iba a un pozo sin fondo que
tenían muy bien custodiado en algún escondido lugar. Y a otra cosa que no hay
tiempo.
¡Pedrito, digo no, Juanito,
¡Elena…, coñe!, Carlos!, y al final se atina.
Todo con su justo valor, no hay
tiempo para esto no me gusta, no quiero, no vale, no me vale…veinticuatro horas
ininterrumpidas poniendo tiritas y empujando a la vida. Lo que se rompe se arregla, lo que sobra se le da otro uso, todo se aprovecha y no se tira nada para equilibrar la economía familiar. Los hermanos pequeños son los que más heredan y milagrosamente la ropa pasa de una generación a otra solo con algún parche o remiendo. En la cocina todo se hacía más grande, pues lejos de deshacerse de las sobras, si es que había sobras, estas llenaban el puchero o las croquetas del día siguiente. Hasta jabón se hacía con las sobras del aceite, y por cierto menudo jabón, ahora solo lo encuentras como un producto de lujo por su neutralidad.
Cocinera, camarera, chef, limpiadora, reportera, pediatra, enfermera, profesora, auxiliadora,
cuidadora, psicóloga, modista, costurera, pedagoga, asesora,
defensora, protectora, reponedora en la nevera/despensa, economista, peluquera,
actriz, escritora, interventora, legisladora, narradora, e incluso fontanera, electricista y en general reparadora. Todos estos títulos ganados
a pulso en la vida, y con la mejor de las recompensas, el amor de los hijos.
Las más comunes herramientas de
trabajo de este magnífico ser fueron, la mejor de sus sonrisas, las tiritas mágicas y
la zapatilla de doble uso. Labor maternal inigualable de saber poner los límites con la inconfundible
dulzura del amor maternal.
No creamos que estas mujeres
han quedado en el anonimato en la historia. Nada más lejos de la realidad, toda
su dedicación, educación, amor, valor, sabiduría, y todas sus aportaciones han quedado inmersas en sus hijos, de tal
forma que seguirán vivas año tras año en la vida de todos sus descendientes y, es
seguro que ha quedado reflejada en la historia de tantos y tantos personajes
que sí, muchos de ellos si han llegado a rellenar los libros de historia de los
últimos años, aunque esto no sea lo más importante.
El valor incalculable de esta
trasmisión de sabiduría, como lo es esa receta familiar inigualable que se
trasmite de generación en generación, es a ciencia cierta un valor seguro para
la vida de los que hemos tenido la suerte de tener este tipo de madre y haber
recibido las mejores dosis de su buen hacer y sabiduria.
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