domingo, 20 de noviembre de 2016

¿LES PASA ALGO A NUESTROS JOVENES?


LOS JOVENES DE HOY



La Psicología ha definido la adolescencia como un proceso de individualización y de metabolización de las transformaciones físicas ligadas a la integración del cuerpo sexuado. Desde el enfoque social sorprende el pretendido protagonismo de la infancia en la familia y el insólito poder que manejan los adolescentes en la misma hoy en día.

El joven estrena un nuevo cuerpo al que se ha tenido que acostumbrar y además debe definirse en su personalidad única. Todo este proceso de transformaciones y definiciones para el futuro lo hacen más inestable y vulnerable a las influencias. Por lo general los adolescentes se gustan poco, aunque no lo manifiesten, y son extremadamente sensibles a la opinión de los demás, sobre todo si se trata de sus iguales.

Por un lado, el joven ansía su autonomía con relación a sus padres y al mismo tiempo le inundan la inseguridad y los miedos ante la independencia. En este proceso los amigos se convierten en un pilar de apoyo muy importante.

La adolescencia sería el comienzo de la juventud en la que se va asentando todos los cambios para saltar al mundo y consolidar la personalidad. En los últimos años se ha ido alargando la edad que delimita la juventud en nuestra sociedad, debido también a los cambios sociales que nos han acompañado y que retrasan las posibilidades del joven para pasar a ser adulto.

Esta etapa de cambios y trasformaciones en la que se encuentran los jóvenes, se caracteriza también por una energía vital de entusiasmo, de ilusión, de fuerza real, de impulso general a la vida a veces difícil de controlar cuando todavía no se tiene consolidado el freno del autocontrol.

Perfilado así, como es el joven, definamos el escenario con el que hoy se encuentra.
           
Los medios de comunicación informan frecuentemente sobre algunos sucesos de violencia y vandalismo que protagonizan los jóvenes. Aunque los datos estadísticos nos informan que el aumento de estos sucesos en los últimos años solo ha crecido ligeramente, si existe, quizás, un aumento de la gravedad de los mismos, pero lo que llama la atención es que a nivel social existe una percepción más amplia sobre ellos. Estamos más informados y nos preocupa ahora mucho más la violencia en la escuela, las nuevas bandas juveniles y sus rivalidades, el botellón, el abuso de nuevas sustancias, etc.

¿Qué ha pasado? Por una parte, parece que se ha aumentado la sensibilización y preocupación por estos temas. Pero, qué se les ofrece a los jóvenes.  A modo de ejemplo, la televisión brinda una amplia gama de programación violenta y agresiva de especial interés entre los jóvenes y más pequeños. Así, un estudio reciente de la CEACCU (Primera Organización de Consumidores de España) encuentra que durante la programación infantil del sábado por la mañana con una mayoría de espectadores de entre 4 y 12 años, se da un acto violento cada tres minutos y aparece un “arma” de fuego cada 15. Desde luego, refleja un buen entrenamiento para el futuro.

Otro factor actual de análisis es la soledad en la que crecen nuestros jóvenes, motivada por las intensas jornadas laborales, el aumento de hijos únicos y otros cambios sociales que han acompañado no solo al aumento de la violencia entre los jóvenes, sino también al incremento de la violencia en la familia y de manera más intensa. Así, se encuentra actualmente un 15% de familias en España con un clima de agresividad tal que puede derivar en violencia física.

Si seguimos dando pinceladas del escenario de nuestros jóvenes nos encontramos con el constante bombardeo de noticias de los medios de comunicación sobre las deprimentes noticias del desempleo juvenil, el empleo basura al que con suerte van a poder acceder y el futuro profesional desalentador que los anima a salir fuera, buscar lejos una oportunidad. No dejamos al joven otra alternativa que estudiar, estudiar y estudiar, prepararse más que nunca sin la esperanza de encontrar un trabajo en el que desarrollar su esfuerzo, lo que supone la sobrecualificación.

La sobrecualificación es un desaprovechamiento de lo que el joven con su esfuerzo ha adquirido, lo que refleja la falta de retorno social de la inversión formativa realizada y supone la frustración de jóvenes. Esto implica además una la depreciación del valor y utilidad social de la educación, a los que unos cuanto se agarran para no continuar sus estudios.

Datos importantes que deberían preocuparnos también a los adultos, a pesar de que sean menos molestos, son el hecho de que también han aumentado los índices de suicidios y de trastornos psicopatológicos entre los jóvenes. La autoestima de los jóvenes ha disminuido en los últimos cinco años. Actualmente nuestros jóvenes tienen más cosas, más comodidades, pero no han aprendido a quererse a sí mismos y tienen más carencia de afectos.

La moral es otro aspecto por el que se define a la juventud actual. Escuchamos o decimos que nuestros jóvenes están faltos de valores, de ideales políticos, de ideales religiosos, líderes deportistas, cantantes, actores, etc., ideales que tiran de uno para intentar alcanzar objetivos. Ponemos esta etiqueta a la juventud actual que se ha visto arrastrada por lo social en general. Hemos sido nosotros, los adultos, los que hemos ido perdiendo estos valores, y somos los que no hemos sabido alentar o motivar a nuestros jóvenes a seguirlos. Hemos pasado de motivar la acción por un ideal, a la acción solo para llegar al disfrute, y si éste puede ser inmediato mejor.

Son así nuestros jóvenes en general o es solo la imagen que se da en los medios para justificar las desventajas que tienen para evitar la culpa a los adultos por no haber hecho nada al respecto.

A pesar de este escenario que se brinda a nuestros jóvenes tan poco alentador, la mayoría de éstos se encuentra esforzándose, estudiando más que nunca, tenemos más universitarios, más estudios de posgrado, nuestros jóvenes siguen haciendo voluntariado, estudian varios idiomas, se mantiene viva su activa imaginación y la capacidad creadora de los más talentosos que siguen luchando por hacerse valer, tenemos muchos jóvenes conciliando sus estudios con un trabajo para poder costearse sus gastos, en definitiva , la mayoría de nuestros jóvenes siguen luchando sin perder el impulso, el entusiasmo y la energía por encontrar un lugar que les haga independientes.


domingo, 13 de noviembre de 2016

UNA LECCIÓN DE VIDA

                                                                                                  UNA MIRADA ATRÁS


No soy una chica con suerte, más bien mi vida ha ido trascurriendo en un devenir de altibajos y tropezones. Mi madre no me esperaba, pues tengo cinco hermanas mayores y cuando nací mi madre no tenía pareja fija. Nunca conocí a mi padre.

Recuerdo de mi infancia las idas y venidas de mi madre al centro penitenciario. Menos mal que mis hermanas eran mayores y podían cuidarme, varias veces estuvieron a punto de meternos en un internado. Con mi hermana a la que sigo me llevo 12 años, Pepa. Es la que siempre me ha cuidado más y con la que tengo más relación.

La escuela no se me dio nada bien, por lo que a trompicones llegue hasta los 16 años repitiendo y suspendiendo. Quizás sabía que en cuanto tuviera los 16 tendría que trabajar o quizás, como mis hermanas, no le había dado importancia a eso del estudio. Ahora si pudiera volver atrás, seguro hubiera aprovechado más el colegio.

Mi hermana mayor me encontró un trabajo enseguida en una casa, para limpiar, pero el señor de la casa que era asqueroso me andaba tocando y mirando mal, hasta que un día se lo dije a la señora y me echaron. Mi hermana Pepa me regaño mucho por perder el trabajo, ya que en esa época andábamos muy mal en casa y apenas teníamos para comer y pagar las deudas que se acumulaban. 

Las dos hermanas mayores se habían independizado y poco nos podían ayudar porque también andaban justas, asique se acumulaban los recibos sin pagar. Fui de casa en casa trabajando por horas, y como tenía poca experiencia me pagaban poco. Todo lo que ganaba lo tenía que dar en casa o casi todo, alguna vez me quedaba algo de dinero que isaba para ir a ver a mi madre y pasarle algo para sus gastos, ya que otra vez estaba en la cárcel.

Por aquel entonces conocí a Manuel, alto y muy guapo. Me enamore enseguida y locamente. Al principio no le guste mucho pero luego enseguida empezamos a salir. Yo apenas había salido con dos o tres chicos, nada serio y siempre me habían dejado por otras chicas. Debía estar muy enamorada, pues este era para mí el definitivo y, debía estar ciega. No veía que era muy mandón y que no le gustaba que tuviera más amigos, ni siquiera amigas. Manuel no gusto ni a mis amigas ni tampoco a mis hermanas. Yo siempre le defendía hasta el día de la pelea. 

Ya ni siquiera me acuerdo porque empezamos a discutir y como si se trasformara empezó a darme ordenes que yo ya no entendía, empezó a gritarme y a darme patadas, empujones y golpes. Yo recuerdo que me defendía sobre todo a base de arañazos e incluso mordiscos, no soy muy grande ni muy fuerte. Los golpes eran cada vez más fuertes. Así termino la historia, yo en urgencias y el detenido. Al final me dio miedo o pena, no sé, y no puse denuncia. No volví hablar con él. Estaba visto que no tenía suerte tampoco en el amor.

Empecé a trabajar limpiando en la residencia donde trabajaba una de mis hermanas y ya llevo 9 años. Es un trabajo muy duro porque estoy todo el día rodeada de abuelos que están enfermos y muy viejitos. Alguna vez me dejan ayudar a los celadores. Yo que no he tenido abuelos, aquí aprovecho y puedo elegir unos cuantos para mi cada día. Me gusta ordenar y limpiar todas sus cosas. Ya me conocen todos y sigo pasándolo muy mal cuando alguno se muere.

Después de la relación con Manuel no quería saber nada de los chicos, hasta que conocí a Pedro, celador de la Residencia. Es de Ecuador asique también está muy solo por aquí, menos un hermano que vive en Murcia toda su familia sigue en Ecuador. No es tan guapo como Manuel, pero es tan cariñoso que me enamore de él enseguida. 

Cuando llevábamos un año saliendo con Pedro, mi madre falleció en la cárcel de un infarto. Mis hermanas decidieron vender la casa, para poder pagar las deudas y que cada una pudiera hacer su vida. Sacamos poquito porque la casa estaba en un barrio pobre, pero fue suficiente para que Pedro y yo empezáramos a vivir juntos.

Por fin la vida me sonreía o así me lo parecía. Teníamos mucha ilusión y nos queríamos mucho. Apenas nos veíamos, a veces más en la residencia que en casa. Pedro hacía horas extra y algunas chapuzas que le salían. Yo y sobre todo en esta época que no teníamos niños, también hacía algunas horas extra limpiando casas.

Enseguida llegaron los niños, tenemos dos, preciosos, la parejita de 6 y 4 años de edad, no paran de crecer y a mí me agotan, pero me dan la vida. Lo más difícil ha sido conciliar los horarios para cuidarlos.

Pedro cambio el turno de noche y así le subieron el sueldo. Sigue haciendo todo lo que le sale. A mí me hicieron jefa de planta hace dos años. Aunque trabajamos mucho y estamos muy justos con el alquiler, el pago de coche y los recibos, las cosas van muy bien entre nosotros. Tengo la familia que siempre había deseado.

Después del último embarazo no me había hecho la revisión ginecológica, me había quedado en el ... ya la hare el próximo mes, o el siguiente, o el siguiente… y habían pasado ya 3 años. Siempre con los horarios tan justos no había tenido hueco. Al final busque una cita pues quería un nuevo método anticonceptivo. 

El jueves fui a consulta a recoger los resultados. Hoy es jueves otra vez después de muchos meses, pero es como si el tiempo se hubiera parado y a la vez no parase de correr. Yo solo esperaba una nueva receta y no un formulario y papeles con citas para nuevas pruebas. El diagnóstico, cáncer de mama.

Me quede sin habla y sin saber cómo digerir la noticia. Siempre lo escuchas de alguna persona cercana o lo ves en películas, pero cuando te llega a ti es como una bomba, un sueño, no quieres que sea real. Solo podía pensar en mi familia, en mis hijos, esto no podría ser, no, porque a mí, ahora que mi vida empezaba a funcionar, no era justo. Estaba enfadada con el mundo y con Dios. Ahora no podía enfermar, tengo dos hijos que cuidar. No, no y no, pero si, si es a mí, no es un sueño, es real. No sé cómo llegue a casa ni cuánto tiempo paso hasta que se lo conté a Pedro. Pedro se quedo bloqueado, hacia menos de un mes había perdido a su madre y ni siquiera había podido ir a despedirse.

Han pasado 15 meses de pruebas, análisis, operaciones, medicación, quimio, radio, y perrerias varias. No me he privado de nada. Ya no soy la misma, se me paso el desaliento. 

Me está saliendo el pelo otra vez y es como si algo en mi volviera a nacer, estoy llena de vida que está renaciendo en mí y esta enfermedad no me la va quitar. Ya no estoy enfadada, toda mi energía la guado para curarme. No solo quiero vivir, es que tengo que vivir, por mis hijos, por Pedro y por mí. 

Pedro, madre mía Pedro, ha sido la mejor medicina este tiempo, sin derrumbarse, cuidándome, haciendo que todo fuera más fácil. Mis hijos lo han vivido regular sobre todo al principio, pero nos ayudaron en el hospital y han hablado con ellos varias veces, les contaban cuentos y cosas para que a su manera lo entendieran.

Hace tres meses me he apuntado a una escuela para adultos para reanudar mis estudios. Estudio con mis hijos que empiezan a tener deberes y de momento les gusta que yo también tenga deberes de mi cole.

Sé que una revisión a tiempo me hubiera ahorrado al menos una operación y varios tratamientos, sé que en cualquiera de mis revisiones todo puede volver a empezar, pero también sé que tengo a mi lado la mejor de las familias, que Pedro es el mejor de los hombres y que me siento con fuerzas para enfrentarme a lo que venga, y mientras voy aprovechar cada momento para disfrutar de esta vida que por fin me está sonriendo.


domingo, 6 de noviembre de 2016

NUEVOS ROLES MUJER Y HOMBRE

SIGUEN LAS DIFERENCIAS


La situación de las mujeres a lo largo del siglo XX ha experimentado una profunda transformación. Las correspondencias reales de una sana adaptación no se han producido con la misma rapidez que el cambio social que afecta a componentes muy arraigados del sentimiento colectivo. Todavía hoy muchas mujeres por el mero hecho de serlo se encuentran en situación de desventaja social.

En el proceso por el cual la mujer y el hombre van adaptándose a sus nuevos roles también se encuentran distinciones. La mujer, a diferencia del hombre, tiene la necesidad de conciliación entre las responsabilidades que asume en el trabajo y las responsabilidades familiares. Las exigencias y demandas sociales entre los dos ámbitos (el familiar y el laboral) son todavía distintos para los hombres y para las mujeres y para éstas es más difícil de simultanear, motivado por el mayor peso que asume en las tareas a nivel familiar.

El desempeño de una labor profesional supone para las mujeres, además de su independencia económica, una importante fuente de identidad, de autoestima y reconocimiento social, representa un espacio para el desarrollo autónomo e independiente de la familia. En el hombre se conjugan todavía hoy, además de estos factores, una cierta obligatoriedad social de responsabilidad que en la mujer surge en menor grado.

Las mujeres tienen el deseo de armonizar los dos ámbitos, de conciliar e integrar sus deseos en ambos campos. Las dificultades cotidianas para llegar a esta armonía se complican, sobre todo en la mujer, con la llegada de los hijos, con la asunción de nuevas tareas de cuidado, protección y educación de los hijos. Así, la falta de tiempo se hace una constante en las mujeres.

Es verdad que el proyecto de paternidad ha cambiado al igual que el de maternidad, pero sin que de momento se asemejen. Las expectativas y los deseos de los hombres y mujeres en relación con su paternidad y maternidad no son iguales. Las razones más frecuentes que dan las mujeres hoy para querer ser madre son: dar sentido a su vida, evitar la soledad, cuidar de alguien y sobre todo vincularse profundamente. Los hombres, sin embargo, manifiestan su deseo de paternidad, entre otros motivos, por una razón social y por tener ayuda en la vejez. Estas diferencias que cada vez son menores hacen, sin duda, que la asunción de rol paterno y materno desempeñado sea, todavía, diferente y la asunción de tareas en relación al cuidado y atención de los hijos también se mantenga desequilibrada.

En este sentido, algo que debemos tener en cuenta en relación al rol paterno del pasado, es el “hambre de padre” que tenían los hijos en las familias más tradicionales, donde el padre se encuentra en segundo nivel en el cuidado, atención y educación de los hijos. Es en este punto donde se debería motivar y apoyar también a los hombres en estos cambios, para que puedan desarrollar un rol paterno cada vez más similar y compartido al de las madres para el beneficio de toda la familia y en especial de los hijos. Un dato al que llega Gottman, investigador y estudioso de la pareja, es que un factor determinante para distinguir a una madre feliz de una infeliz es, si el padre la acompaña de forma conjunta en esta transformación en padres.

Es cierto que las mujeres, a diferencia de los hombres, conseguimos durante los nueve meses de embarazo de nuestros hijos una relación simbiótica de comunicación integra que junto con el nacimiento nos ayuda a la mayoría, a establecer un profundo vinculo con nuestros hijos. Es por ello que el hombre en este aspecto tiene una clara desventaja. Para ello hoy se intenta que el padre comparta el embarazo y parto de la madre de la forma más intensa y cercana posible. En este sentido y como muestra nuestra propia sociedad, el trato continuo y la afectividad son claves para crear el vínculo entre los padres y los hijos.

Hay otro aspecto que diferencia todavía a hombre y mujeres en sus roles parentales y es “la culpa”, una culpa social sin duda. Esta está presente en las mujeres cuando por la conjugación entre su vida laboral y familiar reduce el tiempo dedicado a sus hijos. Esta culpa aparece en la mujer más que en el hombre, incluso si el tiempo que pasa con sus hijos es mayor que el que pasa el hombre.


Parece que todavía estamos en proceso de modificaciones y transformaciones. Cada uno puede ayudar a este cambio real, debemos ayudar y apoyar a las mujeres, pero también a los hombres, los cuales en estos cambios también, en muchos casos, se sienten perdidos, solos y mínimamente apoyados. Lo que tenemos que tener claro para el futuro es que todos somos diferentes y nuestras diferencias individuales superan las de pertenecer a uno u otro sexo. Esto significa que cada miembro de la pareja tiene unas características personales, independientemente de si es mujer u hombre, y son en é deberían marcar las bases para organizar la atención, cuidado y educación de los hijos.

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Se aprenden las habilidades sociales?

                                                                     HABILIDADES SOCIALES EN LA INFANCIA



Las habilidades sociales pueden definirse como un conjunto de comportamientos complejos que tenemos en la relación con los demás. No se refieren a una competencia o a un rasgo de personalidad, sino a un conjunto de conductas que han sido adquiridas y aprendidas. Los niños actúan con estas habilidades en su contexto interpersonal con el objetivo de conseguir, eliminar o evitar consecuencias deseadas o no deseadas en el nivel social. Aprenden así a manejarse con los otros para ser aceptado, valorado e incluso admirado por los demás.

Los niños aprenden estas habilidades mediante la observación e imitación de las mismas en sus iguales y los adultos y de las experiencias en los distintos ensayos en los que van probando distintas estrategias. El niño, al poner en práctica estos comportamientos, consigue ciertas recompensas sociales, aumentando así el valor de este tipo de refuerzos. Estas habilidades son reciprocas y provocan en los demás una correspondencia afectiva y apropiada. Además, con estas, el niño aprende también a ser asertivo y por ello a saber defender ante los demás sus derechos.

Las investigaciones en la materia nos han demostrado la importancia de las habilidades sociales en la infancia para la adaptación y también como a posteriori en la vida adulta. Se han encontrado relaciones constantes entre la competencia social y la infancia y el posterior funcionamiento social, académico y psicológico.  Por ello, se han desarrollado estrategias y programas para ayudar a mejorar estas habilidades.

La escuela es el gran laboratorio para que el niño aprenda y ponga en práctica muchas de estas habilidades, no solo con sus iguales, sino también con los adultos. Generalmente las pautas y normas educativas que el niño trae y aprende en la escuela le ayudan a ir moldeando unas sanas habilidades sociales. Aún así, los educadores y profesores saben que algunos niños pueden llegar a mostrar una gran variedad de conductas inapropiadas e incluso desagradables.

La conducta que el niño tiene en relación con los demás, adultos o iguales, tiene un importante papel en la adquisición de los refuerzos sociales, culturales y económicos. Esta competencia social permite también a los niños la asunción de los roles y las normas sociales. Si un niño carece de las habilidades sociales apropiadas puede llegar a sufrir aislamiento social, rechazo y por ello a una mayor insatisfacción.

El retraimiento o aislamiento social, la falta de asertividad, la pasividad y/o la agresión social son algunas de las consecuencias que dan lugar la falta de una competencia social adecuada en la infancia. En algunos casos, se ha relacionado este déficit con una baja autoestima e incluso con la depresión infantil, motivada sobre todo por la ausencia de refuerzos sociales.

Es verdad que no todos los niños aprenden con la misma facilidad y así los que son más abiertos, más curiosos, despiertos y asertivos aprenderán más de su medio que los que son más pasivos, retraídos y tímidos. Es por esta razón que los padres, educadores y profesores ponemos en funcionamiento, casi de forma inconsciente, una serie de estrategias y modos de autoayuda para que los que peor lo tienen para aprender estas habilidades puedan al menos adquirir una mínima competencia adecuada para su desarrollo.

 Cuando aun así, por esta falta de características facilitadoras o por alguna otra razón distinta, no conseguimos que el niño logre integrarse y poner en funcionamiento ciertas habilidades sociales, podemos consultar a un psicólogo.  Primero, en todo caso, se deberá diferenciar si existe este déficit en habilidades sociales o si teniendo una buena competencia social el niño se encuentra bloqueado por un estado emocional o afectivo que interfiere con la expresión de sus capacidades. Cuando existe un déficit real de competencia social, tras una evaluación, el psicólogo diseñará, teniendo en cuenta las carencias y características del niño, su edad y su entorno, un programa de entrenamiento especial en habilidades sociales.  En el caso en que el menor se encuentre bloqueado, el tratamiento tendrá como objetivo aliviar el estado emocional que interfiere en el desarrollo de su competencia social y, si fuera necesario, un programa de refuerzo del aprendizaje de estas habilidades.