domingo, 13 de noviembre de 2016

UNA LECCIÓN DE VIDA

                                                                                                  UNA MIRADA ATRÁS


No soy una chica con suerte, más bien mi vida ha ido trascurriendo en un devenir de altibajos y tropezones. Mi madre no me esperaba, pues tengo cinco hermanas mayores y cuando nací mi madre no tenía pareja fija. Nunca conocí a mi padre.

Recuerdo de mi infancia las idas y venidas de mi madre al centro penitenciario. Menos mal que mis hermanas eran mayores y podían cuidarme, varias veces estuvieron a punto de meternos en un internado. Con mi hermana a la que sigo me llevo 12 años, Pepa. Es la que siempre me ha cuidado más y con la que tengo más relación.

La escuela no se me dio nada bien, por lo que a trompicones llegue hasta los 16 años repitiendo y suspendiendo. Quizás sabía que en cuanto tuviera los 16 tendría que trabajar o quizás, como mis hermanas, no le había dado importancia a eso del estudio. Ahora si pudiera volver atrás, seguro hubiera aprovechado más el colegio.

Mi hermana mayor me encontró un trabajo enseguida en una casa, para limpiar, pero el señor de la casa que era asqueroso me andaba tocando y mirando mal, hasta que un día se lo dije a la señora y me echaron. Mi hermana Pepa me regaño mucho por perder el trabajo, ya que en esa época andábamos muy mal en casa y apenas teníamos para comer y pagar las deudas que se acumulaban. 

Las dos hermanas mayores se habían independizado y poco nos podían ayudar porque también andaban justas, asique se acumulaban los recibos sin pagar. Fui de casa en casa trabajando por horas, y como tenía poca experiencia me pagaban poco. Todo lo que ganaba lo tenía que dar en casa o casi todo, alguna vez me quedaba algo de dinero que isaba para ir a ver a mi madre y pasarle algo para sus gastos, ya que otra vez estaba en la cárcel.

Por aquel entonces conocí a Manuel, alto y muy guapo. Me enamore enseguida y locamente. Al principio no le guste mucho pero luego enseguida empezamos a salir. Yo apenas había salido con dos o tres chicos, nada serio y siempre me habían dejado por otras chicas. Debía estar muy enamorada, pues este era para mí el definitivo y, debía estar ciega. No veía que era muy mandón y que no le gustaba que tuviera más amigos, ni siquiera amigas. Manuel no gusto ni a mis amigas ni tampoco a mis hermanas. Yo siempre le defendía hasta el día de la pelea. 

Ya ni siquiera me acuerdo porque empezamos a discutir y como si se trasformara empezó a darme ordenes que yo ya no entendía, empezó a gritarme y a darme patadas, empujones y golpes. Yo recuerdo que me defendía sobre todo a base de arañazos e incluso mordiscos, no soy muy grande ni muy fuerte. Los golpes eran cada vez más fuertes. Así termino la historia, yo en urgencias y el detenido. Al final me dio miedo o pena, no sé, y no puse denuncia. No volví hablar con él. Estaba visto que no tenía suerte tampoco en el amor.

Empecé a trabajar limpiando en la residencia donde trabajaba una de mis hermanas y ya llevo 9 años. Es un trabajo muy duro porque estoy todo el día rodeada de abuelos que están enfermos y muy viejitos. Alguna vez me dejan ayudar a los celadores. Yo que no he tenido abuelos, aquí aprovecho y puedo elegir unos cuantos para mi cada día. Me gusta ordenar y limpiar todas sus cosas. Ya me conocen todos y sigo pasándolo muy mal cuando alguno se muere.

Después de la relación con Manuel no quería saber nada de los chicos, hasta que conocí a Pedro, celador de la Residencia. Es de Ecuador asique también está muy solo por aquí, menos un hermano que vive en Murcia toda su familia sigue en Ecuador. No es tan guapo como Manuel, pero es tan cariñoso que me enamore de él enseguida. 

Cuando llevábamos un año saliendo con Pedro, mi madre falleció en la cárcel de un infarto. Mis hermanas decidieron vender la casa, para poder pagar las deudas y que cada una pudiera hacer su vida. Sacamos poquito porque la casa estaba en un barrio pobre, pero fue suficiente para que Pedro y yo empezáramos a vivir juntos.

Por fin la vida me sonreía o así me lo parecía. Teníamos mucha ilusión y nos queríamos mucho. Apenas nos veíamos, a veces más en la residencia que en casa. Pedro hacía horas extra y algunas chapuzas que le salían. Yo y sobre todo en esta época que no teníamos niños, también hacía algunas horas extra limpiando casas.

Enseguida llegaron los niños, tenemos dos, preciosos, la parejita de 6 y 4 años de edad, no paran de crecer y a mí me agotan, pero me dan la vida. Lo más difícil ha sido conciliar los horarios para cuidarlos.

Pedro cambio el turno de noche y así le subieron el sueldo. Sigue haciendo todo lo que le sale. A mí me hicieron jefa de planta hace dos años. Aunque trabajamos mucho y estamos muy justos con el alquiler, el pago de coche y los recibos, las cosas van muy bien entre nosotros. Tengo la familia que siempre había deseado.

Después del último embarazo no me había hecho la revisión ginecológica, me había quedado en el ... ya la hare el próximo mes, o el siguiente, o el siguiente… y habían pasado ya 3 años. Siempre con los horarios tan justos no había tenido hueco. Al final busque una cita pues quería un nuevo método anticonceptivo. 

El jueves fui a consulta a recoger los resultados. Hoy es jueves otra vez después de muchos meses, pero es como si el tiempo se hubiera parado y a la vez no parase de correr. Yo solo esperaba una nueva receta y no un formulario y papeles con citas para nuevas pruebas. El diagnóstico, cáncer de mama.

Me quede sin habla y sin saber cómo digerir la noticia. Siempre lo escuchas de alguna persona cercana o lo ves en películas, pero cuando te llega a ti es como una bomba, un sueño, no quieres que sea real. Solo podía pensar en mi familia, en mis hijos, esto no podría ser, no, porque a mí, ahora que mi vida empezaba a funcionar, no era justo. Estaba enfadada con el mundo y con Dios. Ahora no podía enfermar, tengo dos hijos que cuidar. No, no y no, pero si, si es a mí, no es un sueño, es real. No sé cómo llegue a casa ni cuánto tiempo paso hasta que se lo conté a Pedro. Pedro se quedo bloqueado, hacia menos de un mes había perdido a su madre y ni siquiera había podido ir a despedirse.

Han pasado 15 meses de pruebas, análisis, operaciones, medicación, quimio, radio, y perrerias varias. No me he privado de nada. Ya no soy la misma, se me paso el desaliento. 

Me está saliendo el pelo otra vez y es como si algo en mi volviera a nacer, estoy llena de vida que está renaciendo en mí y esta enfermedad no me la va quitar. Ya no estoy enfadada, toda mi energía la guado para curarme. No solo quiero vivir, es que tengo que vivir, por mis hijos, por Pedro y por mí. 

Pedro, madre mía Pedro, ha sido la mejor medicina este tiempo, sin derrumbarse, cuidándome, haciendo que todo fuera más fácil. Mis hijos lo han vivido regular sobre todo al principio, pero nos ayudaron en el hospital y han hablado con ellos varias veces, les contaban cuentos y cosas para que a su manera lo entendieran.

Hace tres meses me he apuntado a una escuela para adultos para reanudar mis estudios. Estudio con mis hijos que empiezan a tener deberes y de momento les gusta que yo también tenga deberes de mi cole.

Sé que una revisión a tiempo me hubiera ahorrado al menos una operación y varios tratamientos, sé que en cualquiera de mis revisiones todo puede volver a empezar, pero también sé que tengo a mi lado la mejor de las familias, que Pedro es el mejor de los hombres y que me siento con fuerzas para enfrentarme a lo que venga, y mientras voy aprovechar cada momento para disfrutar de esta vida que por fin me está sonriendo.


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