domingo, 6 de noviembre de 2016

NUEVOS ROLES MUJER Y HOMBRE

SIGUEN LAS DIFERENCIAS


La situación de las mujeres a lo largo del siglo XX ha experimentado una profunda transformación. Las correspondencias reales de una sana adaptación no se han producido con la misma rapidez que el cambio social que afecta a componentes muy arraigados del sentimiento colectivo. Todavía hoy muchas mujeres por el mero hecho de serlo se encuentran en situación de desventaja social.

En el proceso por el cual la mujer y el hombre van adaptándose a sus nuevos roles también se encuentran distinciones. La mujer, a diferencia del hombre, tiene la necesidad de conciliación entre las responsabilidades que asume en el trabajo y las responsabilidades familiares. Las exigencias y demandas sociales entre los dos ámbitos (el familiar y el laboral) son todavía distintos para los hombres y para las mujeres y para éstas es más difícil de simultanear, motivado por el mayor peso que asume en las tareas a nivel familiar.

El desempeño de una labor profesional supone para las mujeres, además de su independencia económica, una importante fuente de identidad, de autoestima y reconocimiento social, representa un espacio para el desarrollo autónomo e independiente de la familia. En el hombre se conjugan todavía hoy, además de estos factores, una cierta obligatoriedad social de responsabilidad que en la mujer surge en menor grado.

Las mujeres tienen el deseo de armonizar los dos ámbitos, de conciliar e integrar sus deseos en ambos campos. Las dificultades cotidianas para llegar a esta armonía se complican, sobre todo en la mujer, con la llegada de los hijos, con la asunción de nuevas tareas de cuidado, protección y educación de los hijos. Así, la falta de tiempo se hace una constante en las mujeres.

Es verdad que el proyecto de paternidad ha cambiado al igual que el de maternidad, pero sin que de momento se asemejen. Las expectativas y los deseos de los hombres y mujeres en relación con su paternidad y maternidad no son iguales. Las razones más frecuentes que dan las mujeres hoy para querer ser madre son: dar sentido a su vida, evitar la soledad, cuidar de alguien y sobre todo vincularse profundamente. Los hombres, sin embargo, manifiestan su deseo de paternidad, entre otros motivos, por una razón social y por tener ayuda en la vejez. Estas diferencias que cada vez son menores hacen, sin duda, que la asunción de rol paterno y materno desempeñado sea, todavía, diferente y la asunción de tareas en relación al cuidado y atención de los hijos también se mantenga desequilibrada.

En este sentido, algo que debemos tener en cuenta en relación al rol paterno del pasado, es el “hambre de padre” que tenían los hijos en las familias más tradicionales, donde el padre se encuentra en segundo nivel en el cuidado, atención y educación de los hijos. Es en este punto donde se debería motivar y apoyar también a los hombres en estos cambios, para que puedan desarrollar un rol paterno cada vez más similar y compartido al de las madres para el beneficio de toda la familia y en especial de los hijos. Un dato al que llega Gottman, investigador y estudioso de la pareja, es que un factor determinante para distinguir a una madre feliz de una infeliz es, si el padre la acompaña de forma conjunta en esta transformación en padres.

Es cierto que las mujeres, a diferencia de los hombres, conseguimos durante los nueve meses de embarazo de nuestros hijos una relación simbiótica de comunicación integra que junto con el nacimiento nos ayuda a la mayoría, a establecer un profundo vinculo con nuestros hijos. Es por ello que el hombre en este aspecto tiene una clara desventaja. Para ello hoy se intenta que el padre comparta el embarazo y parto de la madre de la forma más intensa y cercana posible. En este sentido y como muestra nuestra propia sociedad, el trato continuo y la afectividad son claves para crear el vínculo entre los padres y los hijos.

Hay otro aspecto que diferencia todavía a hombre y mujeres en sus roles parentales y es “la culpa”, una culpa social sin duda. Esta está presente en las mujeres cuando por la conjugación entre su vida laboral y familiar reduce el tiempo dedicado a sus hijos. Esta culpa aparece en la mujer más que en el hombre, incluso si el tiempo que pasa con sus hijos es mayor que el que pasa el hombre.


Parece que todavía estamos en proceso de modificaciones y transformaciones. Cada uno puede ayudar a este cambio real, debemos ayudar y apoyar a las mujeres, pero también a los hombres, los cuales en estos cambios también, en muchos casos, se sienten perdidos, solos y mínimamente apoyados. Lo que tenemos que tener claro para el futuro es que todos somos diferentes y nuestras diferencias individuales superan las de pertenecer a uno u otro sexo. Esto significa que cada miembro de la pareja tiene unas características personales, independientemente de si es mujer u hombre, y son en é deberían marcar las bases para organizar la atención, cuidado y educación de los hijos.

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