jueves, 29 de diciembre de 2016

"Cuento de Navidad"

             CUENTO DE NAVIDAD


Llego la lluvia. Miraba por la ventana como las gotas resbalaban en el cristal y se fundían unas con otras en un charquito que surgía más abajo. Hacia calor y al abrir un poco la ventana, bruscamente muchas de las gotas se precitaron al vacío. Cuánto se parecen estas gotas a las que caían en mi casa y sin embargo que diferentes me parecen aquí.

 Aquí llevo ya ocho meses y por suerte tengo un trabajo. Un trabajo que me mantiene activa casi todo el día, pero es a por el trabajo que vine. La nueva rutina ha envuelto mi vida. Es mejor no tener mucho tiempo para pensar lo triste que me encuentro. La rutina y el trabajo me ayudan en mi añoranza.

Un día que tenía la tarde libre y hacía mucho calor para dar un paseo, decidí escribir una carta y la llevé al correo. A la vuelta me tropecé al bajar un escalón, y caí al suelo. Todavía me duele el tobillo. Alguien me ayudo a levantarme. Era un chico de unos 11 años de edad. Tenía el pelo del color de las amapolas y la cara llena de pecas. Fue muy amable, me acompaño hasta un banco donde decidí quedarme un rato. El chico decidió acompañarme y se sentó a mi lado.

“Gracias chico eres muy amable”. Le dije.
           
“¿Te duele mucho?”, me pregunto.

“Estoy bien, pero me duele el tobillo, descansaré un poco para que se me pase”.
           
“Me llamo Juan, y mi padre que es médico podría curarte. También tienen el pelo de este color”.

“Te lo agradezco Juan, pero no puedo pagar un médico, además ya se me pasa. Me gusta el color de tu pelo”. Le dije.

“¿En serio? ¿Estás de broma o qué?, no me gusta tener este pelo, cuando sea mayor y me dejen, me lo pondré de color marrón. Los chicos de mi clase se meten con mi pelo y me llaman tomate”. Contestó Juan.

“A mi me parece que tu pelo es distinto y por eso no es peor, al contrario, seguro que en tu cole no hay nadie que tenga el pelo como tu”.

“Si, hay una profesora que lo tiene así, pero con ella no se meten porque es mayor”.

“Sabes lo que te digo Juan, que yo también soy diferente porque mi casa y mi familia están muy lejos y porque el color de mi piel es más oscura. Además, parece que a los demás no les gustamos mucho los que venimos de fuera. No somos tan diferentes.

“Yo no quiero ser diferente yo quiero ser igual que los demás”. Afirmó Juan.

“Seguro que cuando a un chico de tu clase le da un premio, porque ganó una competición, a todos les parece estupendo y les gustaría estar en su lugar y sin embargo ese chico es atractivo y todos queréis ser como él porque tiene algo que los demás no tienen”.

“Jolín, un premio es algo muy especial.”

“Es algo muy especial porque solo uno lo gana y todos lo quieren y además porque para el que lo tiene es algo bueno. Tener el pelo rojo es distinto, es original, pero si a ti no te gusta, a los demás tampoco les va a gustar”.

Así seguimos hablando de nuestras diferencias y cuando se fue Juan me quede pensando en ello. Es verdad que si uno quiere sentirse especial por ser diferente a veces es difícil cuando los demás que te rodean no te dejan. Siempre seré especial para los que me quieren, pero quizás no tan diferente.

Cuando llevaba un rato pensado escuche como alguien corriendo se acercaba. Era Juan. Me dio un beso y se despidió con un “Gracias”.

Al día siguiente, cuando bajé a por el pan quise pasar por aquel banco buscando a Juan. ¿Por qué? Sentí que éramos muy iguales y muy distintos, pero ambos compartíamos el rechazo de mucha gente por se distintos. Juan no estaba por allí. A partir de ese día cada vez que tenía que salir algún recado me pasaba por allí, pero Juan no estaba.

Realmente un chico de su edad no tenía porque acordarse de aquella gordita que se resbaló y le dio el mismo sermón seguro que otros adultos.

No he encontrado mucha gente en este país que me aprecie sin importarle nada que sea diferente. Algunos, seguramente por miedo, rechazan lo desconocido. ¿Miedo de qué? Creo que yo he sentido muchas veces ese miedo, miedo a lo desconocido, es un miedo muy humano.

Por fin un día encontré a Juan. No fue precisamente en aquel banco, estaba en un parque muy cerquita, jugando a la pelota con un montón de amigos. Me quede un buen rato observando todos sus movimientos. Se desenvolvía bien con sus amigos. No parecía tener ningún trato especial, ni que tuviera conflictos. Decidí no interrumpir y di media vuelta cuando alguien me llamó por mi nombre. Era un hombre que enseguida relacione con Juan. Tenía su mismo pelo.

“Perdóneme, pero mi hijo me contó... Disculpe soy el papa de Juan. El día que usted se tropezó y habló con Juan, no era un buen día para él y sin embargo volvió a casa como más seguro. Enseguida notamos que tenía algo que contarnos. Disculpe a Juan por contarnos su historia. Es usted muy valiente. Por fin nos encontramos. Si le parece, a mi esposa y a mi nos gustaría ofrecerle nuestra amistad.” Me dijo.

Me quedé tan sorprendida que casi no pude contestar, era a mi quien se dirigía ese hombre, tan agradecido estaba solo por aquella conversación con su hijo.

“Ya sé que le parecerá estraño que me dirija así a usted, pero le hablo sinceramente. Creo que usted ha conseguido en unos minutos todo lo que hemos estado intentando su madre y yo durante mucho tiempo” Continuó.

“Bueno en realidad yo me siento un poco como su hijo por ser diferente y no porque sea peor, sino porque a veces así nos hacen sentir los demás. Para los que nos quieren somos especiales, pero a los demás parece que les asustamos un poco con nuestras diferencias y estas diferencias son tan pequeñas cuando pensamos en nuestras semejanzas.” Le dije.

Charlamos un ratito y enseguida se reunió con nosotros Juan. Venía sofocado y acelerado.

“¡Qué bien!, ya conoces a mi papi. ¿Verdad que te gustaría conocer a mi madre?”

“Hola Juan. ¿Cómo te fue en el partido?”.

“Bueno, no muy bien, pero ahora ya puedo jugar”. Entonces se dirigió a su padre y le dijo:” Papa, ¿podemos invitar a Sara a casa? ¿Vale?”

“Juan” Interrumpí yo. “Te agradezco tu cordialidad, pero ahora me tengo que ir a seguir trabajando. Te prometo venir al parque a verte jugar con tus amigos”.

“¿Me contarás historias de tu país? ¿Si? Bueno me voy que me llaman para terminar el partido. Adiós”. Contesto Juan y corriendo se lanzo denuevo a jugar con la pelota.

Mientras que Juan se despedía, observe como su padre sacaba un papel y anotaba algo en el mismo. Me lo ofreció y me pregunto:

“Bueno, ¿cuando crees que vas a estar libre para poder visitarnos?, no vamos a dejar que nos digas que no.” (Esto último debió decirlo porque algo debió observar en mi cara, lo que estaba escrito en el papel era su dirección, muy cerca de allí, por cierto.)

Quedamos pues en que iría a visitarlos la tarde que libraba. Cuando fui el primer día me estaba esperando la mama de Juan con los brazos abiertos. Conocer a Sofía para mí, fue una sorpresa. La mama de Juan era muy cariñosa y abierta y enseguida me dio confianza. Desde aquel día todos los días que podía me acercaba a visitarles. Nunca pense que encontraría tan lejos de mi tierra grandes amigos. Realmente yo también había prejuzgado a la gente de este país por no ser como yo y me he dado cuenta que no somos tan diferentes. Sentimos el dolor de la misma manera y sentimos el amor de igual forma.
           
Pasaba muchas tardes con Sofía y la verdad es que esperaba con ansia que pasará la semana hasta que llegaba mi día libre para ir a visitarlos. Con Sofía fui de compras, al cine, al zoo. Ella sí que mostro interés por mi historia.

Tengo dos hijos pequeños, uno de la edad de Juan y la pequeña de 7 años, ambos se habían quedado en mi país y yo ahora, estaba terminando de reunir el dinero para que pudieran venir a vivir conmigo. Mi marido sufrió un accidente mortal trabajando y por eso tuve que venir a trabajar, para poder alimentar a mis hijos. Se que ellos están bien y ahora no les falta de nada, pero siento cada pedacito de distancia que nos separa. Cada minuto que pasa les añoro un poquito más. Se que pronto estaremos juntos y eso me ayuda cada día a seguir adelante.

Sofía supo entenderme. Ella me dijo que, si tuviera que separarse de Juan y su marido para ir a trabajar a un lugar lejano y desconocido como había hecho yo, se moriría de tristeza, no sabía si hubiera sido tan valiente. Que ella me entendiera tan bien me gustó mucho.

Hace unos pocos días me llamó Sofía para preguntarme si podía ir a su casa esa tarde. Ella ya sabía que era mi tarde libre. Le pregunte si pasaba algo porque note que estaba un poco nerviosa. Solo me dijo que tenía una sorpresa para mí.

Cuando iba de camino hacia su casa, pensaba cual sería la sorpresa. Se habrían acordado que hace dos días fue mi aniversario, ellos si tienen la fecha porque han visto mis papeles, si eso será. Me habrán comprado un regalo y todo. Bueno también podría ser que Sofia al fin estuviera embarazada. También pensé que querían celebrar estas Navidades conmigo, aunque este año para mi están pasando desapercibidas. No se que cosas pueden ser. Por fin llegue a su casa. Escuche algún murmullo antes de llamar.

Antes de que Sofía hubiera terminado de abrir la puerta, sentí como dos personitas se lanzaron hacía mi en el deseo de pegarse mucho. Dios mío, no me lo podía creer. Pasaron unos minutos antes de que pudiéramos despegarnos y yo observara a mis hijos. Mis lágrimas no dejaban de correr por mi mejilla. Ya nunca más podrían separarnos. Como lo habían conseguido si todavía no estaba previsto. Al cabo de un buen rato de abrazos, besos, lágrimas y gemidos tuve que dirigirme a mis amigos, a mis buenos amigos. Me quede mirando un segundo a Juan, aquel niño de pelo de color de las amapolas que estaba tan dentro de la escena que miraba, que no dejaba de llorar. Me dio un abrazo.

“Hoy soy yo la que te da las gracias, Juan. Gracias a vosotros este día no podré olvidarlo jamas. Lo que siento no se puede explicar”.

Sofía me abrazo y me adentro hacia el salón. Allí se encontraba amigos y familiares míos que como yo estaban trabajando fuera de su país. Bueno habían sido los compinches de mis grandes amigos. Además, se encontraban los padres de Sofía y algunos primos y tíos de Juan. Allí estaban todos juntos compartiendo mi alegría y la de mis hijos. ¡Dios mío!, me repetía; ¿no será un sueño?, ¿cómo lo han conseguido?, ¿de verdad estoy despierta? Podría ser un sueño de Navidad, si el mejor sueño de Navidad.




sábado, 24 de diciembre de 2016

La Navidad en familia!!

                                                                                   
LA FAMILIA EN NAVIDAD

Como cada año las familias aprovechan para reunirse en las fiestas y celebrar juntos la Navidad. Si analizamos los cambios en la institución de la familia en los últimos años, nos damos cuenta, que de alguna manera se han modificado y modificaran también las actividades propias de estos días tradicionales de fiesta.

Los días que preceden a la Navidad caemos, de manera casi inconsciente, en las redes frenéticas del consumo. Abundantes comidas y cenas de trabajo inevitablemente nos estresan un poco más en el irremediable ritmo que para algunos conllevan las fiestas. Nos sumergimos en una carrera desenfrenada de tareas; compramos juguetes, regalos, vestidos, zapatos, comidas y demás enseres, además organizamos, ordenamos y adornamos la casa para tenerlo todo dispuesto. En estos días con tanto preparativo se nos escapa algo importante que apenas tenemos: nuestro tiempo.

Aunque disponemos de unos días de fiesta en nuestro trabajo, una parte de este se nos va en los preparativos. Es un tiempo que debemos aprovechar para descansar, para disfrutar, para cortar con la rutina laboral, para compartirlo con los nuestros, con nuestra familia. Aquí es donde deberíamos poner la lupa y sacar el mayor partido en estas fechas.

En el análisis de los cambios producidos en la familia, podemos observar objetivamente, un progresivo descenso en el número de miembros que las forman y una disminución también del tiempo que se comparte, incluso en la propia familia nuclear. También en Navidad, hacemos cada vez menos reuniones familiares y con menor número de participantes.
             
Algunas modificaciones en nuestros pensamientos a la hora de enfocar nuestras actuaciones pueden llegar a ayudarnos a sentirnos mejor con nosotros mismos y hacer sentir también mejor a los que nos rodean, así por ejemplo, en estas fechas en la encomendada tarea de buscar regalos, podemos intentar ponernos en el lugar del otro y no en el nuestro, podemos intentar sorprender y no caer en la rutina, podemos buscar el regalo más ingenioso y no el más lujoso, podemos compartir y participar de los regalos.

Si conseguimos no embarcarnos en este ritmo infrenable de tareas, tan acostumbrados la mayoría a mantener en nuestra vida diaria, si llegamos aprovechar relajadamente nuestro tiempo para compartir y participar de las actividades propias de estás fiestas, si intentamos empatizar con cada miembro de la familia, si saboreamos el disfrute de los más cercanos, si mantenemos y fomentamos la magia y fantasía de la Navidad, quizá así podamos llegar a pasar unos días inolvidables.

Los más pequeños en estos días, van a recibir seguramente, un excesivo número de juguetes. Sin duda el mejor regalo que pueden recibir en estos días es el tan codiciado tiempo de sus papas, el compartir y participar en familia de cada rutina diaria, como el vestirse, cocinar, jugar, dibujar... además de otras actividades propias de estas fiestas, como poner el árbol de Navidad, el Belén y demás adornos, preparar algunos dulces de Navidad, organizar y esperar la llegada de los Reyes Magos e incluso de Papa Nöel, y sin duda sentir a los adultos muy cerca.

Para nosotros los padres, si llegamos a conseguir compartir este tiempo en familia, recibiremos, de igual manera, el regalo más deseado, la felicidad trasmitida por nuestros hijos. Mantener las ilusiones y fantasías de la Navidad en los más pequeños, debe ser un objetivo primordial para todos los adultos, junto con la participación activa en el compromiso de aumentar la comprensión, la armonía, la unión, la tolerancia, la paz, el entendimiento y demás los valores dignos de resaltar en estas fiestas.


Ojalá que este año llegue a todos los hogares el mágico “Cuento de Navidad” y que podamos entender que, para cubrir y llenar nuestras necesidades, debemos dar y despues recibir. Ojalá que la felicidad llegue a todas las familias y que ellas puedan esforzarse en compartirla entre ellos y con los que más solos están. Ojalá que este articulo sirva, al menos, para que algunos lleguen hacer una buena reflexión en su proyecto familiar en la Navidad y para poder desearos a todos una “Felices Fiestas”.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Llegando a la Navidad

           EL ESPIRITU NAVIDEÑO



Cuando hablamos de este espíritu navideño nos referimos a una serie de actitudes, de estados, de sentimientos, de emociones que nos invaden en estas fechas navideñas tradicionalmente, en relación a las expectativas, los deseos, los sueños, la fantasía, las ilusiones, la fiesta y la magia. Hay varios aspectos en los que uno puede encontrar y favorecer este espíritu navideño, nada dañino y tan beneficioso para todos.

Es más clara la magia y la fantasía que los más pequeños tienen estos días. Todos compartimos los beneficios que éstas tienen y no solo las provocamos sino además en el anhelo de todos está el mantenerlas el mayor tiempo posible.

Los niños más pequeños no distinguen la realidad de la fantasía o magia. Hasta alrededor de los tres, cuatro años de edad el niño distingue difícilmente esta diferencia y así, por ejemplo, los personajes de fantasía, como el pato Lucas o el conejo de la suerte, que se puede encontrar en un parque son para ellos verdaderos, de carne y hueso. En torno a los cuatro años el niño empieza a sospechar de la autenticidad de los muñecos y a partir, más o menos de cinco años, sabe perfectamente que se trata de un señor disfrazado. Así, por ejemplo, los padres que han visitado los parques temáticos con niños de menos de tres años y niños de más de cinco, conocen la diferencia entre ellos y es, que los primeros viven toda la fantasía desde la realidad y los de cinco, sin embargo, saben que todo está preparado, pero no es real.

La distinción entre lo real y lo fantástico se realiza de forma progresiva. La magia del ratón Pérez y los Reyes puede durar, con suerte hasta los ocho o incluso diez años. Esto es así, además, porque los adultos nos encargamos de mantenerla por las ilusiones que ella magia conlleva en los niños.

A pesar de que el niño descubre finalmente el secreto de los Reyes Magos y Papa Noel, es posible conservar al menos cierta magia en torno a estos personajes y lo que ello supone. Esto es posible manteniendo ciertas sorpresas y expectativas en relación a los regalos. El ritual de espera durante estas fechas y la eterna noche de los Reyes mantiene las ilusiones y fantasías, y seguramente, hace cumplir los deseos de los más pequeños que no va ser tarea especialmente difícil.

En estas fechas, los adultos también, aunque no hacemos directamente una carta a los Reyes, manifestamos nuestros deseos para el próximo año, llenos de expectativas, necesidades e ilusiones.

Todos los preparativos, los rituales de preparación, el encanto de las luces, la alegría de los rituales familiares en los adornos navideños, las fiestas, los encuentros familiares, los villancicos, etc., sin duda, fomentan este espíritu navideño.  Estas tareas navideñas, inevitablemente se suman a las ya demasiadas tareas que uno tiene de partida y por ello consiguen en algunos casos aumentar el estrés. Sin duda debemos diferenciar estas tareas de ocio y de ilusión y evitar altas exigencias y obligaciones. Es posible poner en marcha nuestra creatividad y es necesario ajustarse a las posibilidades que cada uno tiene.

Aunque la gran oferta y las comodidades de horarios y personal que en estas fechas se pone a nuestra disposición desde los distintos comercios, la realidad de la compra de los regalos y demás enseres de estas fechas se nos puede hacer cada vez más cuesta arriba. Algunas pautas pueden llegar a mejorar esta actitud: compartir esta tarea, dejarse invadir por el espíritu navideño, contar con un presupuesto y una lista de necesidades y expectativas, haber pensado en distintas alternativas de regalo, ser creativo, ir sin prisas y premiarse al terminar la tarea.

Así pues, está en la labor de todos el mantener este espíritu navideño, y si es verdad, que un mal año nos hace aflorar muchas resistencias a celebrar las Fiestas, es siempre mejor solución y mas saludable dejarse invadir por las ilusiones y sueños de los demás. Por último, quiero terminar este artículo felicitando a todos los que se encuentran leyendo este artículo, y a sus familias en estas Navidades y desear un Feliz Año en el que se cumplan todas las ilusiones y deseos y unas Felices Fiestas donde podáis disfrutar del Espíritu Navideño.


jueves, 1 de diciembre de 2016

PARANOIA

LA PARANOIA


Decimos ¡estas paranoico!, cuando nos encontramos con alguien que les da muchas vueltas a las cosas o se tienen ideas o desconfianza exageradas.

Todos podemos llegar a ser paranoicos en determinadas circunstancias o al menos alcanzar distintos estados paranoicos. Por ejemplo, la desconfianza, más o menos exagerada, es un cierto rasgo paranoide, una característica de personalidad que tiene una graduación entre lo normal y lo patológico. Todos podemos tener un pequeño grado de esta desconfianza que puede ser agravada más o menos por las circunstancias sociales sin llegar a ser patológica.

Pero la paranoia es una verdadera enfermedad mental, un trastorno delirante o psicosis paranoica, que se caracteriza por un patrón de desconfianza y recelos de los demás que se da de forma prolongada en el tiempo. Los que lo padecen limitan su vida social de manera drástica y con frecuencia sienten que están en peligro y buscan pruebas para apoyar sus sospechas. No son conscientes de que su desconfianza hacia el entorno es desproporcionada. Aparentemente se muestran como personajes algo raros y pintorescos, susceptibles, cautelosos, suspicaces y desconfiados.

La sociedad en la que vivimos caracterizada por el individualismo, la intolerancia y el alto grado de competitividad, potencia este tipo de conductas. La competitividad como constante fomenta que las relaciones con los otros sean parciales y sin apenas elementos afectivos o emocionales. Los otros se constituyen como amenazantes de los que hay que desconfiar. Esto hace que entremos en un círculo, en el cual cada vez estamos más solos y a su vez cuanto más solos más desconfiamos y más temerosos nos sentimos de los demás. 

Los síntomas más frecuentes del paranoico son la preocupación porque los demás tengan motivos ocultos, la desconfianza, las creencias de ser explotados o usados por los demás, las dificultades en las relaciones llegando al aislamiento social, el desapego e incluso la hostilidad. Padecen delirios persistentes, falsas creencias de diferentes temáticas o contenidos que se basan en una incorrecta valoración de la realidad exterior. 

Los delirios pueden ser de tipo erotomaníaco cuando se tiene el delirio de que otra persona, normalmente de un estatus superior, está enamorado del uno mismo. Pueden ser de tipo de grandiosidad, cuando uno se cree tener un talento extraordinario, un poder, un conocimiento o una relación especial con una deidad o una persona famosa. Los hay de tipo celotípico, cuando se cree que su pareja está siendo infiel. También puede ser de tipo persecutorio, cuando se cree que uno mismo (o alguien cercano) está siendo tratado con mala intención, está siendo espiado, envenenado, perseguido, etc. Puede ser de tipo somático, cuando se cree que se tiene algún defecto físico o alguna enfermedad. Puede combinar varios tipos y ser de tipo mixto o ser de tipo no especificado si el delirio no pertenece a ninguna de todas estas categorías.

Estas ideas, evidentemente, no son compartidas por el medio sociocultural de la persona que las padece. Algunas veces se trata de una idea única y otras de complejísimos entramados delirantes. El paciente está totalmente seguro de la certeza de sus creencias y no se le puede convencer de su error mediante el razonamiento lógico. Esta es la base de todo trastorno delirante.

Son frecuentes también la rigidez y el autoritarismo, como rasgos de carácter previo, con mala tolerancia a que se les lleve la contraria y dificultades para la autocrítica. También son frecuentes cierta frialdad emocional y la presencia de egocentrismo.

Las causas de este trastorno de personalidad paranoica se desconocen. El trastorno parece ser más común en familias con trastornos psicóticos, como la esquizofrenia y el trastorno delirante. La paranoia suele presentarse con más frecuencia en personas mayores y el aislamiento favorece su aparición, por lo que tienen más riesgo aquellos que viven solos, sobre todo si son mujeres. Cualquier cuadro más o menos crónico o prolongado o cualquier situación de agotamiento psíquico, enfermedad física, e incluso el propio envejecimiento favorecen la presentación de síntomas que definen esta patología.

Tiene difícil tratamiento debido a que las personas que padecen este trastorno difícilmente sienten que están enfermos, no tienen conciencia de su patología, y dada su extrema desconfianza no llegan a confiar en los profesionales. Si el tratamiento se llega aceptar es el mejor pronóstico para el trastorno, y los medicamentos y la psicoterapia con frecuencia pueden ser positivos para reducir los síntomas y las consecuencias de estos a nivel social. El ingreso puede ser necesario cuando la intensidad de los síntomas delirantes conlleva riesgo de conductas agresivas para el paciente o para otros.

La familia de estos pacientes son los pilares fundamentales para su tratamiento. Son los que van a llevarlos a consulta y van a ser parte de su medicina. Es necesario que se favorezca en estos pacientes las relaciones familiares y sociales tan deterioradas por dicha patología.