EDUCACIÓN
FAMILIAR/EDUCACIÓN ESCOLAR
Partiendo de que ambas educaciones
deben ir de la mano y en la misma línea, es importante diferenciar en la
educación de nuestros hijos cual debe ser el rol paterno en la educación
escolar.
La mama contaba: mi hijo
mayor había empezado el colegio. Estábamos muy contentos pues le había tocado
una profesora joven con mucha ilusión y muy cariñosa y pensamos que para niños
tan pequeños esto era una doble ventaja. Mi hijo, aunque le costó los primeros
días adaptarse al colegio, iba feliz y hablaba con mucho cariño de su
profesora. La primera tutoría fue un descubrimiento. La profesora nos contó cómo
era mi hijo en la clase, resalto sus puntos fuertes y positivos y también no
hablo de algún aspecto a mejorar, para que desde casa hiciéramos también hincapié
en estos aspectos.
Nos sentimos muy a gusto en
la tutoría y entendimos que esta persona que llevaba casi una hora hablando de
nuestro hijo, no solo le conocía, sino que se pasaba casi más horas al día que
nosotros con nuestro hijo con el objeto de enseñarle y educarle. Además lo hacía
desde su saber como profesional de la educación y nos brindaba su apoyo en la
educación de nuestro hijo, lo que nosotros estamos haciendo según nuestras
propias experiencias y algún libro que hemos consultado.
De tal forma entendimos y
valoramos su labor que al final de la tutoría le manifestamos nuestra gratitud
por su labor. La respuesta de la profesora fue de sorpresa y perplejidad ante
esta respuesta de gratitud, pues nuestra tutoría había sido de las últimas y
era la primera vez que los padres agradecían su tarea. Las tutorías habían sido
en su mayoría una recogida de diferentes y variadas quejas de los padres, que
incluso en ocasiones le hacían responsable de las más absurdas cuestiones (mi
hijo ha perdido los guantes, ha venido con un arañazo, se ha roto su
portaminas, etc.)
Esta anécdota tan simbólica nos
muestra como en muchas ocasiones la educación escolar y la educación familiar
se encuentran en una competición sin sentido. Es justo, además lo que no
debería ser.
Para ir de la mano, ambas partes
deben conocer las dificultades actuales para la educación de los hijos tanto en
la escuela como en la familia, y reconocer el esfuerzo y la labor de la otra
parte para educar. El objetivo final de ambas partes es el mismo.
Esta forma de congeniar y de
participar en la educación por la escuela y las familias esta avalado por
diferentes estudios e investigaciones y existe una amplia evidencia empírica
que indica que la participación de las familias en la escuela, además de
constituir un derecho y un deber, aporta grandes beneficios, tanto a los
estudiantes como a la escuela y a los propios padres.
Nuestros hijos ponen en
práctica la educación recibida en su familia, en la escuela, con sus iguales y
con sus profesores. Por tanto la información que recibimos de nuestro hijo por
parte de la escuela es fundamental para no solo mantener el equilibrio en la
educación de nuestros hijos si no para reforzarla.
De igual forma la educación
que reciben en la escuela debe ser apoyada y reforzada en cas por parte de los
padres.
En ocasiones los niños cuando
se siente inseguros o cuando la escuela les pide un esfuerzo, pueden llegar a
buscar cierta rivalidad demandando a sus padres su alianza en contra del
colegio. A todos nos suenan las frases “mi profe me ha suspendido porque le
caigo mal, me castigo porque me tiene manía, etc.”. No podemos caer en dar la
razón a nuestros hijos en estas ocasiones. Por supuesto que hay escucharles y
hablar de ello, pues es algo que les preocupa. Pero aún en el caso incluso de
que en alguna ocasión los hijos puedan tener algo de razón, no debemos lidiar
con el papel de la escuela.
Los padres nunca deben rivalizar con la escuela que está
formando a sus hijos, debe fortalecer una buena relación de alianza.