EL
DOLOR
El dolor se
define como una percepción sensorial subjetiva y localizada que puede ser más o
menos molesta o desagradable y que se puede sentir en una parte localizada del
cuerpo. Es una sensación desencadenada por el sistema nervioso y puede ser intermitente
o continuo, y puede ser más o menos intenso.
El dolor nos
sirve de alarma de nuestro cuerpo para avisarnos de que algo no está
funcionando bien, y ayuda también para hacer un diagnóstico de lo que nos pasa.
Generalmente una vez que se trata la enfermedad que lo produce, el dolor
desaparece.
Si el dolor
se extiende durante mucho tiempo puede, sin embargo, pierde su carácter de
avisador y se convierte en un síntoma patológico crónico. En algunos casos, si
este dolor se alarga más de seis meses, puede llegar a tener un carácter
independiente, lo que se llama de dolor
crónico.
Esta
percepción sensorial no se percibe de igual manera en cada uno de nosotros. Somos
diferentes en la tolerancia al dolor. Ante sintomatología similar, nos podemos
encontrar con diferentes percepciones de dolor por parte de los pacientes. Así,
nos encontramos con pacientes que sienten más dolor que otros y esto tiene que
ver con muchas variables, su personalidad, sus experiencias y circunstancias.
Incluso una misma persona ante un síntoma puede sentirlo con diferente intensidad
en diferentes momentos. Por ejemplo, todos sabemos que cualquier dolor se
intensifica por la noche, cuando estamos acostados. Todo esto nos hace pensar que
la forma de percibir el dolor por las personas es bastante personal, y tiene
que ver no solo con la patología que uno tiene.
Existen
algunas patologías psicológicas que pueden intensificar cualquier dolor o malestar,
como son la depresión o la hipocondría. La intensidad del dolor por lo tanto no
solo tiene que ver con la enfermedad padecida, sino además con varios otros
factores. Ahora tenemos que saber que cuando un dolor se intensifica por
situaciones o diferentes cuestiones, no significa que no sea real. El paciente
que intensifica sufre más, siente más dolor y esto es real.
Hay patologías
que no solo pueden intensificar el dolor sino producirlo cuando no hay nada
físico que lo justifique, como la depresión. De igual manera cuando el dolor
producido por una enfermedad se alarga puede producir en el paciente síntomas
depresivos, que a su ver realimentan el dolor.
El dolor es
difícil de medir por la parte subjetiva que conlleva y por los factores que lo
intensifican.
Para su
evaluación y tratamiento, y teniendo en cuenta que en el dolor se da una
interacción de factores físicos y psicológicos, tendremos que buscar no solo
estrategias de evaluación y terapias médicas. En muchos casos esta combinación de
lo biopsicosocial es la mejor alternativa.
Por la parte
médica se trata de curar la enfermedad que produce el dolor con los diferentes
tratamientos quirúrgicos, farmacológicos, etc. Estos tratamientos suelen
acompañarse de analgésicos que ayudan a evitar o disminuir la intensidad del
dolor.
Por la parte
psicológica existen también tratamientos que ayudar a paliar el dolor y que
ayudan a mejorar en general el bienestar del paciente. Las técnicas de
relajación y en concreto la relajación muscular progresiva están indicadas para
el tratamiento del dolor. Otras estrategias para disminuir el dolor tienen que
ver con la reducir la atención del dolor, ósea utilizar distracciones
agradables como estrategia.
Es
importante también conocer que el ejercicio físico y el deporte en general, las
risas y encuentros sociales agradables producen endorfinas que actúan como
analgésicos y por ello son estrategias que ayudan también a regular el dolor.
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