sábado, 4 de febrero de 2017

Cómo hacer frente al dolor.

                                                                                         EL DOLOR



El dolor se define como una percepción sensorial subjetiva y localizada que puede ser más o menos molesta o desagradable y que se puede sentir en una parte localizada del cuerpo. Es una sensación desencadenada por el sistema nervioso y puede ser intermitente o continuo, y puede ser más o menos intenso.

El dolor nos sirve de alarma de nuestro cuerpo para avisarnos de que algo no está funcionando bien, y ayuda también para hacer un diagnóstico de lo que nos pasa. Generalmente una vez que se trata la enfermedad que lo produce, el dolor desaparece.

Si el dolor se extiende durante mucho tiempo puede, sin embargo, pierde su carácter de avisador y se convierte en un síntoma patológico crónico. En algunos casos, si este dolor se alarga más de seis meses, puede llegar a tener un carácter independiente, lo que se llama de dolor crónico.

Esta percepción sensorial no se percibe de igual manera en cada uno de nosotros. Somos diferentes en la tolerancia al dolor. Ante sintomatología similar, nos podemos encontrar con diferentes percepciones de dolor por parte de los pacientes. Así, nos encontramos con pacientes que sienten más dolor que otros y esto tiene que ver con muchas variables, su personalidad, sus experiencias y circunstancias. Incluso una misma persona ante un síntoma puede sentirlo con diferente intensidad en diferentes momentos. Por ejemplo, todos sabemos que cualquier dolor se intensifica por la noche, cuando estamos acostados. Todo esto nos hace pensar que la forma de percibir el dolor por las personas es bastante personal, y tiene que ver no solo con la patología que uno tiene.

Existen algunas patologías psicológicas que pueden intensificar cualquier dolor o malestar, como son la depresión o la hipocondría. La intensidad del dolor por lo tanto no solo tiene que ver con la enfermedad padecida, sino además con varios otros factores. Ahora tenemos que saber que cuando un dolor se intensifica por situaciones o diferentes cuestiones, no significa que no sea real. El paciente que intensifica sufre más, siente más dolor y esto es real.

Hay patologías que no solo pueden intensificar el dolor sino producirlo cuando no hay nada físico que lo justifique, como la depresión. De igual manera cuando el dolor producido por una enfermedad se alarga puede producir en el paciente síntomas depresivos, que a su ver realimentan el dolor.

El dolor es difícil de medir por la parte subjetiva que conlleva y por los factores que lo intensifican.
Para su evaluación y tratamiento, y teniendo en cuenta que en el dolor se da una interacción de factores físicos y psicológicos, tendremos que buscar no solo estrategias de evaluación y terapias médicas. En muchos casos esta combinación de lo biopsicosocial es la mejor alternativa.

Por la parte médica se trata de curar la enfermedad que produce el dolor con los diferentes tratamientos quirúrgicos, farmacológicos, etc. Estos tratamientos suelen acompañarse de analgésicos que ayudan a evitar o disminuir la intensidad del dolor.

Por la parte psicológica existen también tratamientos que ayudar a paliar el dolor y que ayudan a mejorar en general el bienestar del paciente. Las técnicas de relajación y en concreto la relajación muscular progresiva están indicadas para el tratamiento del dolor. Otras estrategias para disminuir el dolor tienen que ver con la reducir la atención del dolor, ósea utilizar distracciones agradables como estrategia.

Es importante también conocer que el ejercicio físico y el deporte en general, las risas y encuentros sociales agradables producen endorfinas que actúan como analgésicos y por ello son estrategias que ayudan también a regular el dolor.



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