sábado, 18 de febrero de 2017

SALIR DE LA RUTINA

CAMBIOS Y RUTINAS, RUTINAS Y CAMBIOS

Los humanos somos una especie social que organizamos nuestras vidas de forma rutinaria. A pesar de ello, no somos iguales y nos puede gustar más o menos los cambios en la rutina.

La rutina diaria se ve marcada por los horarios laborales, escolares, gastronómicos, etc., y en base a estos organizamos todas las actividades de nuestra vida, aseo, comidas, relaciones, ocio, etc.
 

Así, en la mayoría de los casos, de lunes a viernes tenemos marcada una rutina muy similar día a día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Cuando llega el fin de semana o los días de libranza se modifica la rutina, pero, aunque son días diferentes, también poco a poco marcamos nuestras propias rutinas de fin de semana.

 ¿Por qué somos rutinarios? ¿Qué pasa cuando se rompe la rutina? Las rutinas en las que caemos a diario nos dan estabilidad, control y tranquilidad. Salir de la rutina siempre conlleva cierta dosis de estrés, aunque sea por algo muy deseado o esperado, como puede ser un viaje.

La rutina nos ofrece un grado de estabilidad y previsibilidad de la conducta. Hago el mismo recorrido en el supermercado, sigo el mismo trayecto para ir al trabajo, convierto estas rutinas casi en automáticas, de tal forma que nos economiza pensar y plantearnos cada vez cual será el nuevo camino, cuál será la nueva forma de actuar, etc.

La rutina se convierte así en un sistema conservador que nos ofrece cierta persistencia y cierto ahorro en los pensamientos. Elijo siempre el mismo camino y no tengo que plantearme ninguna alternativa. Si no estableciéramos estas rutinas nuestra conducta se convertiría en azarosa y aleatoria de tal forma que sería poco sostenible nuestro modelo actual de sociedad.

Por otro lado, cuando caemos en las riendas de la rutina dejamos de aprender, de utilizar nuevas fórmulas, de investigar nuevas alternativas. Nuestra conducta se repite una y otra vez sin plantearnos alternativas. No cambiamos el camino habitual de ir al trabajo porque nos arriesgamos a dar más de una vuelta de más, pero si no nos arriesgamos no encontraremos nunca el posible atajo.

Se dice que la resistencia al cambio anula el progreso. Esta tendencia a la rutina se ve avalada por cierta ansiedad hacia lo novedoso que puede traer un cambio, a los posibles errores de las nuevas alternativas, y a cierta pereza a la nueva adaptación a los cambios.

Parece que para la naturaleza humana la rutina tiene un papel importante en su equilibrio y por lo tanto se hace casi imprescindible. Pero es necesario también el progreso para hacer frente a nuevas situaciones, y este no se concibe sino es a través del cambio y la innovación.

En estos aspectos podemos llegar a ser muy diferentes. Hay personalidades que se aferran más a las rutinas, y otras que se caracterizan por ser contantes exploradores. Seguro que podemos pensar en alguien de quien podríamos decir que es de un modo o de otro. Evolutivamente también de forma general nos adaptamos mejor a los cambios cuanto más jóvenes somos, y por el contrario los mayores se aferrarían más a las rutinas.



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