CAMBIOS Y RUTINAS, RUTINAS Y CAMBIOS
Los humanos
somos una especie social que organizamos nuestras vidas de forma rutinaria. A
pesar de ello, no somos iguales y nos puede gustar más o menos los cambios en
la rutina.
La rutina
diaria se ve marcada por los horarios laborales, escolares, gastronómicos,
etc., y en base a estos organizamos todas las actividades de nuestra vida,
aseo, comidas, relaciones, ocio, etc.
Así, en la
mayoría de los casos, de lunes a viernes tenemos marcada una rutina muy similar
día a día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Cuando llega el
fin de semana o los días de libranza se modifica la rutina, pero, aunque son días
diferentes, también poco a poco marcamos nuestras propias rutinas de fin de
semana.
¿Por qué somos rutinarios? ¿Qué pasa cuando se
rompe la rutina? Las rutinas en las que caemos a diario nos dan estabilidad,
control y tranquilidad. Salir de la rutina siempre conlleva cierta dosis de
estrés, aunque sea por algo muy deseado o esperado, como puede ser un viaje.
La rutina nos
ofrece un grado de estabilidad y previsibilidad de la conducta. Hago el mismo
recorrido en el supermercado, sigo el mismo trayecto para ir al trabajo,
convierto estas rutinas casi en automáticas, de tal forma que nos economiza
pensar y plantearnos cada vez cual será el nuevo camino, cuál será la nueva
forma de actuar, etc.
La rutina se
convierte así en un sistema conservador que nos ofrece cierta persistencia y
cierto ahorro en los pensamientos. Elijo siempre el mismo camino y no tengo que
plantearme ninguna alternativa. Si no estableciéramos estas rutinas nuestra
conducta se convertiría en azarosa y aleatoria de tal forma que sería poco
sostenible nuestro modelo actual de sociedad.
Por otro lado,
cuando caemos en las riendas de la rutina dejamos de aprender, de utilizar
nuevas fórmulas, de investigar nuevas alternativas. Nuestra conducta se repite
una y otra vez sin plantearnos alternativas. No cambiamos el camino habitual de
ir al trabajo porque nos arriesgamos a dar más de una vuelta de más, pero si no
nos arriesgamos no encontraremos nunca el posible atajo.
Se dice que la
resistencia al cambio anula el progreso. Esta tendencia a la rutina se ve
avalada por cierta ansiedad hacia lo novedoso que puede traer un cambio, a los
posibles errores de las nuevas alternativas, y a cierta pereza a la nueva
adaptación a los cambios.
Parece que
para la naturaleza humana la rutina tiene un papel importante en su equilibrio
y por lo tanto se hace casi imprescindible. Pero es necesario también el
progreso para hacer frente a nuevas situaciones, y este no se concibe sino es a
través del cambio y la innovación.
En estos
aspectos podemos llegar a ser muy diferentes. Hay personalidades que se aferran
más a las rutinas, y otras que se caracterizan por ser contantes exploradores.
Seguro que podemos pensar en alguien de quien podríamos decir que es de un modo
o de otro. Evolutivamente también de forma general nos adaptamos mejor a los
cambios cuanto más jóvenes somos, y por el contrario los mayores se aferrarían
más a las rutinas.
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