EL ALTRUISMO
El altruismo se
define como el comportamiento de ayuda a los demás que ponemos en marcha ante
la necesidad de éstos, el comportamiento colaborador ante distintas situaciones
que así lo requieren. Así, la capacidad que tenemos de comprender a los demás
promueve este comportamiento altruista. Las personas pueden querer ayudar por
dos razones, porque la ayuda promete recompensas o porque se siente compasión
por la persona necesitada.
Algunas
conclusiones de distintas investigaciones muestran que, ya sea porque las
personas respondan ante una emergencia o porque establezcan un compromiso a
largo plazo, el comportamiento colaborador depende tanto de lo que se quiere
hacer como de lo que se piensa o siente que se debe hacer.
Las leyes y normas éticas también influyen sobre la decisión de ayudar y así, algunos desarrollan su altruismo o ayudan porque sienten simplemente que esto es lo correcto, de adecuado cumplimiento. También, por otro lado, es posible que las normas nos persuadan a no prestar ayuda, al estimar por las mismas que los demás deben resolver sus propios problemas y nosotros debamos ocuparnos de lo nuestros.
La conducta altruista tiene a su vez costes potenciales y recompensas: las expectativas que tenemos se ponen en marcha para realizar dicho comportamiento. Las recompensas y costos suelen ser emocionales. Así, es frecuente la ayuda como manera de aliviar la propia angustia sentida por el sufrimiento de la víctima. Otros ejemplos de recompensas pueden ser; la gratitud de las víctimas, el ofrecimiento reciproco de ayuda, los aplausos de los espectadores, etc. Pero el más importante e intenso reforzador es el sentirse bien consigo mismo con la realización de la conducta altruista. Los costos, a su vez, pueden ser: pérdida de dinero, pérdida de tiempo, pérdida de esfuerzo, vergüenza… Los conflictos entre los impulsos y los deseos tienen que ser resueltos antes de tomar la decisión de ayudar.
La
ayuda depende, en principio, de la percepción de la necesidad de asistencia o
apoyo de la víctima. Se tiene en cuenta, tanto el merecimiento de ayuda que
tiene la víctima como el grado de responsabilidad que ésta tiene de su propia
necesidad de ayuda. El merecimiento que percibimos de la ayuda depende de las
atribuciones que hacemos sobre su posibilidad de control sobre la necesidad misma
que tiene la víctima. Por otro lado, parece que las personas, también somos más
propensos ayudar a quienes son más similares a nosotros mismos. La similitud crea
sentimientos de empatía, de unión entre las personas que, a su vez, aumentan la
ayuda entre ellas. Es obvio que uno ayuda antes a los amigos que a los
extraños.
Es
importante, pues, como punto de partida para poner en marcha este
comportamiento altruista la percepción de la necesidad del mismo y hacerse
consciente de que existe esta necesidad. Por este motivo, parece que, a menudo,
son más altruista las personas que viven en zonas rurales tranquilas que las
que viven en grandes ciudades, dado que en éstas las necesidades de ayuda pasan
con mayor frecuencia desapercibidas.
Parece
que también se ha comprobado que las personas que son felices son más
altruistas que los que se sienten tristes, porque la atención de las personas
felices esta más abierta y dirigida hacia fuera y por ello perciben mejor la
necesidad de ayuda de los demás.
Otros estudios sin embargo, muestran como tener emociones negativas, como la culpa o cierta contrariedad, aumentan la probabilidad de la conducta de ayuda, dado que está nos hace sentirnos mejor, nos invade de sentimientos de autosatisfacción con uno mismo que disminuyen, por su parte, estas emociones negativas. Este aumento de probabilidad es real en la medida en que las personas con estas emociones negativas sean capaces de detectar la necesidad de ayuda. Así, por ejemplo, la depresión impide con frecuencia, que uno pueda percibir la necesidad de ayuda en el otro.
Otros estudios sin embargo, muestran como tener emociones negativas, como la culpa o cierta contrariedad, aumentan la probabilidad de la conducta de ayuda, dado que está nos hace sentirnos mejor, nos invade de sentimientos de autosatisfacción con uno mismo que disminuyen, por su parte, estas emociones negativas. Este aumento de probabilidad es real en la medida en que las personas con estas emociones negativas sean capaces de detectar la necesidad de ayuda. Así, por ejemplo, la depresión impide con frecuencia, que uno pueda percibir la necesidad de ayuda en el otro.
Un
estudio relacionado con la importancia de percibir la capacidad para ayudar
encuentra y explica que los hombres tienen una disposición para ayudar mayor
que las mujeres. Esto se explica porque los primeros se perciben a sí mismos
más capaces de prestar ayuda que las mujeres. Hay que tener en cuenta en este
análisis comparativo que estas diferencias entre estos grupos de mujeres y
hombres nunca es mayor que las diferencias interindividuales, ni puede explicar
estas diferencias que existen entre cada uno de nosotros.
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