domingo, 23 de octubre de 2016

SER UN BUEN JEFE!!

¿ES DIFICIL SER UN BUEN JEFE?

Habitualmente escuchamos a nuestros familiares, amigos o somos nosotros mismos quienes nos quejamos de nuestros jefes. Que si no me dejo hacer esto, que si es muy rígido, que si es muy blando, que si todo me lo manda a mí, que si echa muchas broncas, etc.

Será verdad que una persona al ascender a jefe o poseer un liderazgo de un grupo natural, se convierte a su vez en un ser poco deseable. Tal vez esto pueda estar relacionado con que el papel de jefe es difícil de desempeñar al gusto de todos. Por otro lado, en vez de intentar colocarnos en el lugar del jefe e intentar comprender el porque de sus mandatos o recriminaciones, es mas cómodo culparles de todo y así deshacernos de cualquier posible culpa.

En general, en cualquier grupo que se forme de personas, el propio proceso de grupo va estableciendo una serie de roles que, dependiendo de las características de sus miembros, van asumiendo unos u otros. Un rol o papel fundamental que se va asumir es el de líder o jefe de ese grupo.  Se considera líder tanto a la persona que desempeña algún puesto de dirección en algún nivel de la jerarquía de una empresa, como a la persona más influyente de un grupo natural. Por ejemplo, el líder escolar será aquel chico que ejerza mayor influencia entre sus compañeros. El liderazgo es uno de los procesos grupales básicos y el fenómeno grupal sería incomprensible si se prescindiera de él.

La elección de ese líder o jefe, en un grupo natural, generalmente se hace por consenso y porque la persona elegida dispone de unas características valoradas por el grupo en general. Por ejemplo, en un grupo de chicos puede ser el líder el que más hábil sea para jugar a las canicas, en un grupo de amigos el más simpático, entre los alumnos de una clase el que saque mejores notas, etc.  Es verdad que priman para asumir este papel también una serie de características del individuo relacionadas con las habilidades sociales.

Pero qué pasa con el acceso a las jefaturas en los trabajos. En muchos sitios se hace una buena selección de los puestos de jefatura, teniendo en cuenta no solo la trayectoria de las personas sino además algunas habilidades sociales y personales que vamos a ver ahora. En otros lugares promocionan a puestos de jefaturas el personal que más antigüedad tenga y esto en muchas ocasiones no es una característica que defina un buen desempeño de la labor de jefe. Llevar mucho tiempo desempeñando una tarea es importante y te da conocimiento sobre la tarea, pero no es una característica que garantice la labor de un jefe.

Sería lo más adecuado valorar no solo la antigüedad y el curriculum vitae y trayectoria del personal sino además otras características propias del sujeto. Estas habilidades que algunos tienen, en general la mayoría se pueden aprender o adquirir con un buen entrenamiento. También hay que tener en cuenta el tipo de grupo para evaluar qué características que nos ayudarán a ser buenos jefes.

Empatía y comunicación. Para asumir un liderazgo o una jefatura de un modo adecuado es fundamental que exista una buena comunicación entre el jefe y los que dirige y además que se pudiera llegar a empatizar mutuamente; o sea que el jefe pueda colocarse en el lugar del subordinado y éste en el lugar de su jefe. De esta manera el entendimiento entre ambas partes aumenta.
           
Otra característica de los lideres es la capacidad para asumir responsabilidades y desarrollar la imaginación para resolver problemas de la organización y objetivos de su grupo. Debe crear las condiciones para que los que forman el grupo se integren en la consecución de los objetivos del grupo y que los hagan usando al máximo sus capacidades. Además, el grupo tiende aceptar a líderes con capacidades y características tales que faciliten la consecución de los propios objetivos del grupo.

Algunos estudios establecen algunas características comunes de los lideres y/o jefes como son: superar al promedio de los miembros del grupo en inteligencia, nivel de escolaridad, responsabilidad, sociabilidad, iniciativa, persistencia, autoconfianza, integridad, buena tolerancia al estrés, cooperatividad, popularidad, capacidad de adaptación y facilidad de expresión verbal, características estas exigidas muchas veces en los grupos formales y otras necesarias para los naturales. Todas estas características facilitan el desempeño de sus funciones.

Funciones generales de una jefatura:

·         Definir los objetivos y mantener la dirección hasta su consecución.
·         Proveer los medios para alcanzar los objetivos.
·         Mantener la estructura del grupo y facilitar la interacción entre sus miembros.
·         Mantener la cohesión del grupo y la satisfacción de sus miembros.
·         Facilitar y motivar el rendimiento del grupo en sus tareas.


domingo, 16 de octubre de 2016

VERDADES A MEDIAS....

MENTIRAS



Cualquiera de nosotros mentiría si dijera que nunca ha mentido. Parece que todos hemos mentido alguna vez y que incluso los niños mienten. No cabe duda que esta conducta habitual del ser humano se aprende y que los padres y adultos trasmitimos la manera de hacerlo a los más pequeños. Todos hemos oído la anécdota de alguien, al que su hijo más pequeño le sacaba los colores en una taquilla, cuando el pequeño desmiente que no tiene la edad que dice su padre y por lo que el padre tendrá que pagar una entrada más costosa.

La mayoría de las personas miente por lo menos una o dos veces al día. Desde muy temprano, entre los 2 y 5 años, los niños desarrollan estrategias de engaño y una comprensión de la verdad de tal manera que intentan crear una falsa creencia en otros. Menos conocido y no tan fácil el desarrollo de la habilidad para detectar mentiras.

Generalmente se miente para evitar un reproche, un malestar, un castigo, en general evitamos algo negativo a corto plazo. Existen también las llamadas mentiras piadosas que se ponen en marcha en el deseo de evitar en los demás cierto malestar. Nos aseguramos de que la verdad jamas aparezca o cuando surja, intentamos que haya podido cambiar.

Se producen también las mentiras, fruto de otras características del hombre de esta sociedad, nada positivas, por cierto, como el egoísmo, la ambición, la envidia, el afán de poder. Uno por ello miento en el anhelo de su propio beneficio, sin tener en cuenta a los demás.

Si uno sale airoso de una mentira es probable que vuelva a usar esta conducta, al menos en situaciones similares. Es probable también que incluso ciertas mentiras nos produzcan ciertos beneficios con lo que la motivación para producirlas se ve incrementada. Es a veces difícil para todos en esta sociedad no caer en la tentación, amparado, además, en muchos argumentos permisivos como: “cualquiera en mi situación haría lo mismo, no soy el único, es la única manera, si no miento las consecuencias son demasiado negativas no solo para mí, también para mi familia, no queda más remedio, si no miento yo lo hará otro en mi lugar, etc.” Y con ello resulta casi imposible el poder mantener nuestra integridad y no caer en la tentación del engaño.

Resulta que en algunas ocasiones cuando no queremos enfrentarnos a una realidad, fruto generalmente de nuestros errores, engañamos a los que nos rodean en el deseo de poder cambiar cierta realidad en tiempo suficiente para enmendar los errores. En muchos de estos casos, las cosas no salen como esperamos y la pequeña mentira que se dio se ha ido generalmente incrementando para poder mantener la primera y por ello cuando uno tiene que enfrentarse con la pura realidad, con la verdad, ésta le produce demasiado malestar. Se puede responder de varias maneras, pero la respuesta más sana sería, en todo caso, pasar el mal trago de contar la verdad y es seguro que la respuesta de los demás es menos terrible de lo que uno se espera y nosotros nos sentiremos bien por habernos enfrentado a nuestra propia mentira y haber asumido sus consecuencias. También, podemos, continuar con el engaño y seguir incrementando nuestras mentiras y cada vez dificultarnos más la tarea para enfrentarnos con la verdad, llegando incluso hasta creernos nuestra propia mentira y vivir en el autoengaño. Esta claro que cuanto más tiempo tardemos en hacer frente a la verdad, más nos distanciamos de ella.

Cuando uno llega a creerse sus propias mentiras y vive en el engaño, es probable que no sea capaz de enfrentarse a su realidad, dado que ésta le produce tanto malestar que se refugia así en su propia mentira como mecanismo de defensa ante dicho malestar. Es preciso en muchos de estos casos la intervención de un profesional en la reconducción de la verdad del individuo. Es probable, además, que en estos casos esta persona mezcle la realidad con el engaño y se complique aún más la labor de intervención.

Nos ayuda también en esta labor del engaño y las mentiras, el alto grado de persuasión de los medios de publicidad y los medios de comunicación que nos ofrecen todo tipo falsedades encubiertos con el objeto de garantizar y aumentar las ventas de muchos productos. Así por ejemplo en la publicidad nos hacen creer que si tomamos cierto yogures o cierto producto tendremos un cuerpo de infarto, si lavamos con ciertos productos las manchas desaparecen, todos nos envidiaran si compramos cierto coche, si usamos tal perfume seremos diosas, y un sin fin de verdades a medias que nos confunden y que tienen como único objetivo animarnos al consumo de tales productos. Todos sabemos que crean unas expectativas que se ven deshechas ante la realidad, cuando en vez de adelgazar se engorda, cuando la mancha no desaparece, o cuando leemos todo lo poco natural que es tal producto que nos vendieron como totalmente neutro y natural.

Está claro que la mentira es parte de esta sociedad, y que en cualquier caso ciertas mentiras, no solo están excusadas si no que son aplaudidas como son las mentiras piadosas. Es posible por ello que la sinceridad sea una de las virtudes más escasas

miércoles, 12 de octubre de 2016

LA MERIENDA DE MI ABUELA

Una historia de vida más...


Nunca podré escapar del pasado. Está siempre presente, por eso me cuesta tanto confiar en la gente. Estoy bien solo. No, no es cierto es una mierda.

De mis padres solo se diferentes verdades que ocultan que nunca se interesaron por mí. Desaparecieron de mi vida casi antes de tenerme y también de la vida de la de mis abuelos, los de mi madre. Mi padre no tenía familia. Fueron estos los que cuidaron de mí, mis verdaderos padres. Ellos habían sufrido mucho por mi madre, su única hija.

Con mis abuelos la cosa fue bien los primeros años, de lo poco que me acuerdo. Cuidaban de mi como si fuera su más precioso tesoro. A pesar de estar agotados en la vida, de las cargas que habían soportado, siempre tenían fuerzas para estar pendiente de mis pequeños progresos en la vida. Además, por lo que dicen no fui un bebe tranquilo y di mucha guerra.

Mi abuela iba a buscarme al colegio, como muchas otras abuelas, y siempre me llevaba el mejor de los bocadillos. Yo era de los que comía poco, pero la merienda era mi comida favorita. Mi abuelo era más regañón, pero siempre estaba pendiente de mí.

Mi abuelo dejo de trabajar desde el accidente. Era un poco quisquilloso y muy poco hablador, pero siempre me dejaba ver la televisión y me llevaba al parque.

Antes de que yo naciera mi madre empezó a enfermar. La abuela cuando me contaba alguna cosa de mis padres siempre lloraba, asique yo evitaba preguntar. Mi abuelo no quería ni oír hablar de mi padre. A veces se enfada solo con mirarme porque decía que me parezco mucho.

Una noche que mi madre había salido con mi padre, mi abuelo tuvo que salir de noche a buscarla porque debía estar enferma y algo gordo pasaba. Y entonces mi abuelo tuvo el accidente. Se rompió muchos huesos y alguna cosa de dentro. 

Desde entoences no pudo volver a trabajar en la fábrica. Tuvieron que vender el coche y otras muchas cosas para pagar a los médicos de mi madre, para su enfermedad. Pero no encontraron su cura y por eso tuvo que irse.

Nada más nacer yo, mi madre se fue con mi padre muy lejos para curarse. Vivimos tranquilos y nunca sabiamos nada de mis padres, o al menos a mí no me decian nada. Mi abuela siempre me decía que estaban muy lejos por la enfermedad de mi madre. Yo la oía rezar por ellos, bueno mi abuela siempre rezaba.

Cuando yo tenía casi 7 años mi abuelo se puso enfermo, bueno parece que ya estaba enfermo, pero había escondido muy bien su enfermedad, Alzheimer. La nueva carga para mi abuela empezó a dejarla sin energías. Una noche mi abuelo no volvió a casa y terminó ingresado en un hospital, se había perdido por la calle y había cogido mucho frio. Pronto volvió a casa, pero ya no parecía mi abuelo y no se acordaba de mí, se enfadaba todo el rato y a veces me pegaba. 

Mi abuela me decía que era por su enfermedad y yo me hacía el duro por mi yaya, porque ella sí que era valiente. Era muy triste ver a mi abuelo cada día más perdido y a mi abuela más pequeñita y yo iba creciendo.

Así debieron pasar dos años entre sustos, peleas y bajones. Mi abuelo cada día iba a peor y ya apenas se levantaba de la cama. Ahora él dormía en mi cuarto y yo dormía con mi abuela, bueno cuando la dejaba dormir. Mi abuelo la llamaba a cada rato. Yo iba a veces, pero siempre me echaba de allí o me decía cosas horribles.

Un día al volver del colegio, al entrar en casa una vecina me dijo que se habían tenido que llevar al abuelo al hospital, y que pobrecita mi abuela lo que le había tocado con mi madre y con el abuelo y encima cargando conmigo, y por supuesto como siempre aleccionándome para que me portará bien. Me dio las llaves de casa y siguió hablando por su teléfono. Yo subí a casa, ya estaba acostumbrado a quedarme solo alguna vez. La abuela me había dejado una nota que me decía que tenía mi bocadillo en el horno y que intentaría volver para cenar.

Esa tarde no tenía deberes asiqué me puse a ver la televisión y me debí quedar dormido. Me despertó la puerta. Era otra vez la vecina para decirme que igual la abuela no vendría a dormir y que me portará bien. Desde luego estaba enfadada porque ya tenía bastante con lo suyo como para ocuparse de mí, asique entro en la cocina y saco algo de la nevera y me dijo que cenara y me acostará sin protestar, ella tenía que bajarse, asique por la mañana me tenía que levantar e irme al colegio.

Yo no cene porque no tenía gana y me fui a la cama, me costó dormirme. Por la mañana me levanté muy tarde y corriendo me fui al colegio.

Cuando volví a casa estaba la abuela dormida en el sofá, tenía muy mala cara, esta despeinada y muy viejita. Me acurruque a su lado y espere a que despertará.

El abuelo tenía que quedarse en el hospital y ella, aunque intentaba no llorar se le escapaban lagrimas mientras me explicaba cómo íbamos a organizarnos. Ya eres mayor y tienes que ayudarme.

Pasaron muchos días, quizá meses, yo no veía apenas a la abuela que venía a casa cuando yo estaba en el colegio y me dejaba la merienda y la cena preparada en el horno. Durante el fin de semana si la veía un rato más, venía cargada con ropa del abuelo para lavar y bolsas con comida, pero hacia muchas cosas en la casa y enseguida se iba. Un día le pedí ir a ver el abuelo, pero me explico que se tardaba más de una hora en llegar y que además era muy costoso y ahora teníamos que apretarnos el cinturón.

Un día cuando llegue del colegio me di cuenta de que mi abuela no había estado en casa, no tenía ni bocata, ni cena, asique me tome unas galletas con leche. Mi abuelo se había muerto.

Mi abuela seguía cuidándome y preparándome esos maravillosos bocatas. Yo sabía lo triste que estaba porque algo les faltaba a los bocatas.

Un día llegue a casa y mi abuela estaba gritando a un señor que no me gustó nada. Cuando éste me vio, no sé qué dijo de que yo era un mocoso y que si mi abuela quería seguir conmigo tendría que pagarle. Mi abuela se derrumbó al verme y se echó a llorar. Pagarle, me pregunte, no entendía nada. Asique le dije que dejara en paz a mi abuela y empezó a empujarme e insultarme como si yo le hubiera hecho algo. Ese personaje salió gritando y advirtiendo a la abuela que lo hacía por su bien.

Mi abuela derrumbada en sofá no paraba de llorar, yo le preguntaba, pero era como si algo muy fuerte dentro de ella no la dejará hablar.

Ese desagradable personaje era mi padre que venía a decir a la abuela que su hija también se había muerto. Mi abuela no pudo explicarme más cosas de mi padre. Ese día fui yo el que le calentó la sopa a la abuela para cenar, pero apenas la probo. Creo que se pasó la noche llorando. Yo solo estaba triste por mi abuela y si, estaba muy enfadado porque sabía que mi padre había venido hacer daño a mi abuela.

No me equivocaba, mi abuela andaba nerviosa todo el día. No volví a ver a mi padre, aunque creo que mi abuela si le veía y mi abuela le daba dinero. De lo poco que teníamos mi padre se llevaba una parte. Mi abuela no me lo dijo nunca, pero yo lo sabía.

Cuando cumplí 12 años mi abuela y yo fuimos a tomar tarta a una cafetería. Solo podíamos ir en ocasiones muy importantes. Mi abuela tenía mucho catarro y debió coger más frio esa tarde porque se pasó toda la noche tosiendo. Yo no podía dormir, era la primera vez que pensé que solo tenía a mi abuela y que podía quedarme si ella. Me fui a su cuarto a llevarle una manta y estaba muy caliente, asiqué llame al médico que tardó mucho en venir.

Mi vida se quedó parada ese momento. Solo me acuerdo de mi abuela acurrucada con su mirada triste. Entonces me entro mucho miedo. Fue su última mirada, no llego al hospital.

Pase a vivir en un centro con otros niños que tampoco tenían quien les cuidara. Ahora sé que mi padre se quedó con lo poco que tenían los abuelos. Un día me dijeron que iba a tener una visita de mi padre, pero nunca llego a visitarme. La verdad que no quería volver a verle. Luego me explicaron que de nuevo estaba en la cárcel.










sábado, 8 de octubre de 2016

Los superheroes de nuestra sociedad

EL INDISPENSABLE PAPEL DE LOS ABUELOS


Los que hemos tenido la suerte de poder disfrutar de nuestros abuelos sabemos el valor de estas relaciones. Difícil es mejorar la atención entrañable de los abuelos a los nietos.

El papel que han tenido tantos abuelos en los últimos años no solo ha sido un regalo para los nietos, sino una posibilidad de existencia para los mismos.

La incorporación de la mujer al mundo laboral sin las medidas necesarias para una adecuada conciliación, ha ido aumentado la edad de ser madres y ha bajado la tasa de natalidad en los límites actuales. Pero que hubiera sido de tantas familias sin el papel cuidador y conciliador de los abuelos, seguramente no se hubieran podido plantear ni siquiera tener hijos.

En muchas familias ha sido imprescindible el papel de estos abuelos. Estos han seguido ejerciendo en el papel incondicional de padres y han apoyado totalmente a sus hijos en la conciliación con sus nietos. Ha cuidado de éstos para que sus hijos hayan podido seguir trabajando.

El crecimiento de las guarderías afloro para dar respuesta a esta conciliación, pero no todas las familias podían costearse estos gastos. Ha sido después, cuando han ido surgiendo ayudas para apoyar estos gastos, que como la educación obligatoria, deberían ser, si cabe un servicio gratuito y de calidad para el apoyo a los valientes padres que deciden en estos tiempo traer un hijo al mundo.

Así en los casos en los que las familias no podían costearse una guardería de uno y menos la de dos de sus hijos, la única posibilidad para poder tener hijos es tener a unos abuelos cerca que pudieran apoyar en el su cuidado y atención.

Los padres concilian sus horarios encajándolos meticulosamente con los de la escuela infantil y las obligaciones parentales. Pero, qué pasa cuando los horarios se desencajan, que pasa cuando uno de los niños se levanta con fiebre, con tos, con mocos, después de una mala noche. Menudo momento. No cabe otra alternativa en muchas ocasiones que tirar del ibuprofeno mirando para otro lado y llevar al peque a la escuela, con la congoja y culpa que nos acompaña todo el día, día en el que a cada momento miramos el móvil desando que no suene con una llamada de la escuela. Y en estos momentos, disponer de los abuelos es el mejor de los regalos.

Se dice que hay que ser padre para saber lo que realmente se siente, pues debe ser igual cuando uno es abuelo, hay que serlo para saberlo para poder sentirlo, pues el lazo que se establece entre abuelos y nietos es difícil de describir si llega el caso.

Cabe ahora hablar de otros abuelos que llegan a ser verdaderos superhéroes para esta sociedad y por la que pasan desapercibidos. Posiblemente desconocidos para muchos de los que estáis leyendo este artículo. Y pensareis, unos abuelos que pueden hace algo más de lo que ya hemos comentado en el apoyo en la conciliación. Sí, me refiero a los abuelos acogedores, los que cuando por las circunstancias que sean sus hijos no se hacen o no se pueden hacer cargo de sus nietos y antes de que estos pasen a un centro de protección, son los abuelos los que se van hacer cargo de los peques en la figura de acogedores familiares. En estos casos no solo van a ser un apoyo para los padres, les toca ejercer de padres. Unos padres muy especiales y con una tareas difícil de desempeñar y llena de trabas.

En al Comunidad de Madrid las medidas de protección se realizan mediante acogimiento residencial y acogimiento familiar ( en la mayoría de los casos los abuelos), y la proporción ronda el 40/60%. En 2014 por ejemplo, de los 4.077 casos con medida de protección, 1.671 menores se encontraban en viviendo en una residencia de protección y 2.406 viven en acogimiento familiar, en la mayoría de los casos con los abuelos. Esta proporción es bastante similar para el resto de España.

En estos casos no solo les toca a los abuelos hacer de padres, tienen la tarea de restablecer la seguridad y la confianza de sus nietos en una figura de referencia adulta proporcionándoles la estabilidad y cuidados necesarios de los que en muchas ocasiones han sido privados, y que son necesarios para su adecuado desarrollo físico y emocional. Difícil tarea de emprender a una edad madura, pero que tantos abuelos llevan a cabo con la mejor de las herramientas, el amor y la paciencia.

Este papel que ejercen los abuelos en cualquiera de sus versiones es imprescindible no para muchas familias, sio para el resto de la sociedad actual y sin embargo pasan desapercibidos para la mayoría.

Mi próxima historia de vida que publicaré en unos días, relata el fuerte vínculo entre un nieto y sus abuelos, y a lo que en ocasiones se enfrentan estas familias acogedoras. Una historia en las que muchas de estas familias pueden verse reflejadas.