MENTIRAS
Cualquiera de
nosotros mentiría si dijera que nunca ha mentido. Parece que todos hemos
mentido alguna vez y que incluso los niños mienten. No cabe duda que esta
conducta habitual del ser humano se aprende y que los padres y adultos
trasmitimos la manera de hacerlo a los más pequeños. Todos hemos oído la
anécdota de alguien, al que su hijo más pequeño le sacaba los colores en una
taquilla, cuando el pequeño desmiente que no tiene la edad que dice su padre y
por lo que el padre tendrá que pagar una entrada más costosa.
La mayoría de las personas
miente por lo menos una o dos veces al día. Desde muy temprano, entre los
2 y 5 años, los niños desarrollan estrategias de engaño y una comprensión de la
verdad de tal manera que intentan crear una falsa creencia en otros. Menos
conocido y no tan fácil el desarrollo de la habilidad para detectar mentiras.
Generalmente
se miente para evitar un reproche, un malestar, un castigo, en general evitamos
algo negativo a corto plazo. Existen también las llamadas mentiras piadosas que
se ponen en marcha en el deseo de evitar en los demás cierto malestar. Nos
aseguramos de que la verdad jamas aparezca o cuando surja, intentamos que haya podido
cambiar.
Se producen
también las mentiras, fruto de otras características del hombre de esta
sociedad, nada positivas, por cierto, como el egoísmo, la ambición, la envidia,
el afán de poder. Uno por ello miento en el anhelo de su propio beneficio, sin
tener en cuenta a los demás.
Si uno sale airoso de una
mentira es probable que vuelva a usar esta conducta, al menos en situaciones
similares. Es probable también que incluso ciertas mentiras nos produzcan
ciertos beneficios con lo que la motivación para producirlas se ve
incrementada. Es a veces difícil para todos en esta sociedad no caer en la
tentación, amparado, además, en muchos argumentos permisivos como: “cualquiera
en mi situación haría lo mismo, no soy el único, es la única manera, si no
miento las consecuencias son demasiado negativas no solo para mí, también para
mi familia, no queda más remedio, si no miento yo lo hará otro en mi lugar,
etc.” Y con ello resulta casi imposible el poder mantener nuestra integridad y
no caer en la tentación del engaño.
Resulta que en algunas
ocasiones cuando no queremos enfrentarnos a una realidad, fruto generalmente de
nuestros errores, engañamos a los que nos rodean en el deseo de poder cambiar
cierta realidad en tiempo suficiente para enmendar los errores. En muchos de
estos casos, las cosas no salen como esperamos y la pequeña mentira que se dio
se ha ido generalmente incrementando para poder mantener la primera y por ello
cuando uno tiene que enfrentarse con la pura realidad, con la verdad, ésta le
produce demasiado malestar. Se puede responder de varias maneras, pero la
respuesta más sana sería, en todo caso, pasar el mal trago de contar la verdad
y es seguro que la respuesta de los demás es menos terrible de lo que uno se
espera y nosotros nos sentiremos bien por habernos enfrentado a nuestra propia
mentira y haber asumido sus consecuencias. También, podemos, continuar con el
engaño y seguir incrementando nuestras mentiras y cada vez dificultarnos más la
tarea para enfrentarnos con la verdad, llegando incluso hasta creernos nuestra
propia mentira y vivir en el autoengaño. Esta claro que cuanto más tiempo
tardemos en hacer frente a la verdad, más nos distanciamos de ella.
Cuando uno llega a creerse
sus propias mentiras y vive en el engaño, es probable que no sea capaz de
enfrentarse a su realidad, dado que ésta le produce tanto malestar que se refugia
así en su propia mentira como mecanismo de defensa ante dicho malestar. Es
preciso en muchos de estos casos la intervención de un profesional en la
reconducción de la verdad del individuo. Es probable, además, que en estos
casos esta persona mezcle la realidad con el engaño y se complique aún más la
labor de intervención.
Nos ayuda también en esta
labor del engaño y las mentiras, el alto grado de persuasión de los medios de
publicidad y los medios de comunicación que nos ofrecen todo tipo falsedades
encubiertos con el objeto de garantizar y aumentar las ventas de muchos
productos. Así por ejemplo en la publicidad nos hacen creer que si tomamos
cierto yogures o cierto producto tendremos un cuerpo de infarto, si lavamos con
ciertos productos las manchas desaparecen, todos nos envidiaran si compramos
cierto coche, si usamos tal perfume seremos diosas, y un sin fin de verdades a
medias que nos confunden y que tienen como único objetivo animarnos al consumo
de tales productos. Todos sabemos que crean unas expectativas que se ven
deshechas ante la realidad, cuando en vez de adelgazar se engorda, cuando la
mancha no desaparece, o cuando leemos todo lo poco natural que es tal producto
que nos vendieron como totalmente neutro y natural.
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