EFECTOS EMOCIONALES DE LA
SEPARACIÓN EN LOS HIJOS
Aunque
el sufrimiento que la separación de los padres genera en los hijos es
inevitable, muchos de estos hijos se siguen desarrollando normalmente. Para
ello es necesario, al menos, primero que la familia se mantenga lo
suficientemente ligada como para que los hijos no pierdan el sentimiento de
pertenencia y ser lo suficientemente flexible como para acomodarse a los
cambios. En segundo lugar es importante que las fronteras del subsistema
parental se conserven y que los padres sostengan su jerarquía para poder
continuar cumpliendo funciones nutricias y normativas.
Los
hijos, tras la separación, deben construir y afianzar una nueva organización
familiar viable, para evitar la vulnerabilidad al estrés que produce la
ausencia de una estructura asequible. Para los niños, la separación es un hecho
difícil de entender y que puede desencadenar distintas reacciones emocionales
y/o afectivas, que van desde el miedo y la tristeza hasta la ansiedad o la
depresión.
Es
imprescindible que ambos padres expliquen a sus hijos su separación, sin
embargo la mayoría de los niños no suelen saber el por qué de la separación de
sus padres. Según algunos estudios sólo el cinco por ciento recibe una
explicación que pueda ayudarles a entender lo que esta pasando.
Lo
importante es que los niños interioricen que es posible que sus padres se
separen sin que cambie por ello el amor que ambos sienten por ellos. Para
entender la separación es favorable la edad de adolescencia, ya que con estas
edades se puede entender mejor la situación por la que sus padres están
pasando.
La
expresión del duelo por la pérdida de la familia nuclear, que se rompe
con la separación, dependerá en gran medida de la edad y madurez de los hijos.
Así, lo menores de tres años pueden retroceder en pautas de conducta ya
superadas, como hacerse pipi en la cama o pedir el chupete. Además pueden fantasear con la desaparición
de la madre o el padre. Los niños más mayores son más conscientes de su rabia y
suelen reprochar a los padres por no haber intentado arreglar las cosas para no
separarse. Las reacciones más intensas de protesta se suelen dar entre los
siete y diez años, y se ven agravadas por la pérdida de la convivencia del
progenitor del mismo sexo.
Los
litigios o guerras interminables sobre la custodia de los hijos o los
acuerdos del convenio regulador en relación a los hijos provocan efectos
devastadores en los niños. Estoa pueden llegar a mentir, manipular información
y aliarse con unos de los progenitores en el conflicto de lealtades que tanto
malestar les suscita.
El
conflicto de lealtades aparece cuando la separación es vivida como una
guerra entre dos bandos en la que los hijos sienten que deben tomar partido.
Este conflicto lleva un alto grado de malestar en los hijos, dado que si toman
partido sienten que traicionan y pierden a una parte y si no toman partido se
sienten aislados y desleales con la otra parte. Esta encrucijada para los hijos
supone un maltrato emocional grave.
Es
necesario por tanto evitar que los hijos se sientan atrapados en la relación
conflictiva de sus padres. Si esto es así puede afectar negativamente a los
hijos, y promueve mayor vulnerabilidad a presentar problemas de conducta como
la agresividad, bajo rendimiento escolar, etc.
Otro efecto característico de los hijos tras la separación son sus deseos y expectativas de que sus papas puedan volver a vivir juntos y así un simple saludo cariñoso entre sus padres puede alentar esperanzas en esta unión. Además estos hijos tienden a tener un mayor temor al fracaso matrimonial y su transición a la madurez puede llegar a ser más difícil. Todos estos efectos deben ser explicados por ambos padres, y en muchos casos en que los hijos son conscientes de que sus padres no volverán a estar juntos, el deseo de volver a verles juntos es algo que es difícil de evitar.
La mejor opción para una buena separación es la mediación familiar, donde se evitan los conflictos en la separación gracias a los profesionales que están presentes en la misma y que velan siempre por el interés de los hijos.
Otro efecto característico de los hijos tras la separación son sus deseos y expectativas de que sus papas puedan volver a vivir juntos y así un simple saludo cariñoso entre sus padres puede alentar esperanzas en esta unión. Además estos hijos tienden a tener un mayor temor al fracaso matrimonial y su transición a la madurez puede llegar a ser más difícil. Todos estos efectos deben ser explicados por ambos padres, y en muchos casos en que los hijos son conscientes de que sus padres no volverán a estar juntos, el deseo de volver a verles juntos es algo que es difícil de evitar.
La mejor opción para una buena separación es la mediación familiar, donde se evitan los conflictos en la separación gracias a los profesionales que están presentes en la misma y que velan siempre por el interés de los hijos.
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