miércoles, 1 de junio de 2016

TICS, MORDERSE LAS UÑAS, ARRANCARSE EL CABELLO...

HABITOS NERVIOSOS

Todos poseemos conductas que son hábitos y éstos son normales hasta que interfieren en el desarrollo de otras conductas. Los hábitos nerviosos pueden aparecer en cualquiera de nosotros y en cualquier momento. Aunque en ocasiones forman parte de una sintomatología de una patología, en otras pueden darse aisladas e incluso podemos encontrarnos completamente adaptados a las mismas.

Los hábitos que más frecuentemente conocemos son los tics, morderse las uñas, e incluso el tartamudeo. Otros hábitos, como arrancarse el cabello, también son frecuentes aunque parece que los que los poseen saben esconderlo. Y parece que, ante la falta de control que producen estas conductas, los que las tienen sientan vergüenza ante las mismas y traten por ello de esconderlas.

Las encuestas y estudios que se han realizado sobre la frecuencia de los hábitos nerviosos nos indican que algunos de estos hábitos son tan comunes que todos podríamos estar seguros que la mayoría de nuestros amigos han tenido uno o más de estos hábitos en algún momento de su vida. Lo que sucede es que también en la mayoría de los casos han conseguido ocultarlo e incluso eliminarlo. Así las cifras de morderse las uñas rondan el 45% en niños durante la pubertad y el 10 % en adultos. Probablemente, se puede decir que una de cada cien personas padece un tics nerviosos y en cuanto a tirarse del cabello se calcula que el 10% se ha tirado del mismo en alguna época y un 4% lo hace en este momento.

Estos hábitos se caracterizan por tener un desarrollo gradual en el tiempo. Muchas veces pueden producirse como una conducta normal (como puede ser chuparse el dedo después de la toma del biberón), y en muchas ocasiones se dan por la imitación de esa misma conducta. Si pensamos en ello seguro que encontramos que hemos aprendido de nuestros padres algunos hábitos que en cierta medida no sirven para nada. Una vez que se aprende cierta conducta, se va consolidando progresivamente para llegar a ser un hábito y hasta llegar a realizarlo de manera casi o totalmente inconsciente. 

Esta sería la segunda característica de estos hábitos nerviosos, la falta de conciencia cuando se está realizando. Aunque nos parezca estraño, a los que no tenemos estos hábitos, esta claro que en la mayoría de los casos uno no se da cuanta de que esta realizando dicho hábito. Por eso, puede llegar a resultar tan difícil extinguir esta conducta, porque los sujetos no son conscientes de su realización.

Cuando los hábitos son sencillos y no van asociados a otras patologías, el tratamiento, generalmente es fácil y eficaz. Comienza con una motivación y concienciación del hábito, con un registro del mismo para conocer su frecuencia, duración, intensidad y los momentos en los que se da, para así diseñar la estrategia a seguir y poder eliminarlo. 

Simplemente con la auto-observación, que aumenta la conciencia del hábito y con el registro del mismo, se puede analizar ya una progresiva disminución de la frecuencia del hábito en poco tiempo, ya que con ello se consigue aumentar no sólo la conciencia sino también el autocontrol de la persona sobre su hábito en el momento en que se da.

En algunas ocasiones no resulta tan fácil de superar, y el hábito se resiste a desaparecer. A veces, el hábito tiene efectos secundarios reforzadores que hacen que sea difícil de extinguir. En otras ocasiones es parte de alguna patología y no se puede tratar al margen de la misma. La realidad es que existen distintas técnicas que nos ayudan a controlar o eliminar estas conductas que pueden llegar a interferir en nuestra vida cotidiana.

Los tratamientos que se diseñan para conseguir el dominio del hábito no utilizan el castigo en ningún momento, sino que se anima constantemente a la persona que lo realiza. Consiguen aumentar considerablemente la confianza en sí mismo, hacen desaparecer situaciones embarazosas y, generalmente, se obtiene la satisfacción de llegar a encontrarse más cómodo en las situaciones sociales y cotidianas.

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