LA
SEPARACIÓN EN CADA MIEMBRO DE LA PAREJA
La separación o el divorcio se perciben como un factor traumático tanto para los cónyuges como para los hijos, pero aunque así sea no tiene porque ser disfuncional. La disolución de una relación de pareja significativa puede llegar a producir un trastorno emocional, angustia y sufrimiento. En algunas ocasiones, puede incluso ocasionar una depresión y/o enfermedades psicosomáticas.
La separación suele ser vista como un peligro de desintegración familiar y personal de pérdida, pero también puede llegar a ser una oportunidad para crecer si las partes llegan a conseguir resolver la crisis. En cualquier caso, conlleva ciertos malestares en cada miembro de la pareja.
La mayor parte de las personas que se separan o divorcian sufren sentimientos y/o estados depresivos, de ambivalencia, o cambios de humor. La recuperación de estos síntomas suele durar aproximadamente en torno a dos años, dependiendo del grado de conflictividad de la separación y la dificultad con que nos enfrentamos a la separación.
En las separaciones más difíciles las peleas y desacuerdos son una constante. En estas rupturas prima la necesidad de ganar y denigrar al otro. Se produce una constante búsqueda de culpables y cómplices. El contexto que suele rodear a este tipo de separaciones es judicial, dado que finalmente tiene que ser un tercero el que resuelva el total desacuerdo entre las partes.
Las separaciones más adecuadas, aunque requieren cierto esfuerzo, dado el dolor que producen las pérdidas, son al menos más aceptadas. Cada miembro de la pareja intenta llegar a un acuerdo. Es en estos casos es la mediación el contexto que rodea el proceso. Con ésta, las partes son participes de sus acuerdos y convenios y por ello el grado de satisfacción de las mismas se eleva y la realización de los acuerdos se lleva a cabo de mejor forma.
Las investigaciones nos muestran que las personas que se separan muestran un mayor estrés, sentimientos de soledad e incluso su función inmunológica se encuentra más empobrecida que las personas que tienen una pareja sin rupturas. La soledad emocional que presentan se debe a la pérdida de la figura del cónyuge, lo que supone la carencia de una relación afectiva significativa. Esta soledad emocional depende del grado de dependencia que el sujeto tenía de dicha relación. Tras la separación, cada miembro de la pareja necesita reconstruir el proyecto de vida que tenía.
Cuando una pareja se separa, cada uno de ellos construye una historia que justifica y refuerza su propia posición, una historia donde generalmente el otro es el culpable y las dos partes no se escuchan cada una en la historia de la otra.
En relación a esto, es necesario que cada miembro supere la idea de culpable o responsable del fracaso de pareja que atribuye al otro. Uno de los objetivos de la mediación es manejar el conflicto entre los miembros de la pareja para que puedan superar el malestar y con ello puedan llegar a acuerdos. Desde una orientación constructivista, cada miembro de la pareja construye la realidad de lo sucedido, generalmente con miradas diferentes y con el proceso de la mediación se reconstruye una tercera historia donde las necesidades de ambas partes encuentran una satisfacción adecuada.
Otro aspecto importante que no podemos olvidar en el proceso de separación y que actúa sobre las emociones de las partes, son las redes sociales de apoyo que pueden ser modificadas. Aunque, tras la separación se conservan algunos amigos, otros finalmente se pierden y otros se incorporan, por lo tanto se hace necesaria una reorganización de las relaciones. Como para toda pérdida, cuanto más apoyo y acompañamiento sentimos que tenemos mejor podemos afrontar el proceso.
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