jueves, 31 de marzo de 2016

¿Para que nos sirve el autocontrol?

AUTOCONTROL

El autocontrol se refiere al control que ejercen nuestras capacidades cognitivas racionales sobre las manifestaciones de nuestras emociones, pensamientos y acciones. El autocontrol conjuga aquellos comportamientos que una persona realiza corrientemente para lograr unos resultados determinados por ella misma. De tal forma, se regulan conductas que a la larga tienen consecuencias negativas. Cuando uno pone en marcha estos mecanismos se priva generalmente de recompensas inmediatas para tener a largo plazo recompensas mayores.

Todos ejercemos autocontrol sobre nuestras conductas cotidianas, nos ponemos distintos límites a determinadas conductas al seleccionar una u otra actividad, nos abstenemos de un exceso en particular y/o actuamos en ocasiones de forma distinta a lo que se hubiera esperado siguiendo nuestros impulsos. 

Existen distintas maneras de llevar a cabo este autocontrol. Podemos hacer uso de la restricción física cuando queremos por ejemplo, evitar ver algo y nos tapamos o cerramos los ojos. También se pueden cambiar las condiciones de los estímulos, por ejemplo, adelantamos nuestro reloj para evitar llegar tarde. Se puede emplear una respuesta incompatible para evitar otra, así podemos reír para evitar ciertas emociones. Utilizamos también en el autocontrol el autorefuerzo y /o autocastigo para garantizarnos la realización de una determinada tarea, y así aunque no tengamos ningún refuerzo inmediato al realizar una tarea, nuestra propia satisfacción por el esfuerzo y/o gratificación que nos hagamos, funcionará como tal refuerzo y nos anima a la realización de tal tarea.

Todas estas maneras de llevar a cabo el autocontrol en nuestra rutina cotidiana, nos permite controlar nuestra conducta y así nos comportamos de una determinada manera para evitar con ello otra conducta o respuesta controlada (puedo comer chicle para evitar fumar, por ejemplo).

El autocontrol se aprende. Los niños más pequeños se encuentran bajo el control de sus padres o adultos cuidadores (profesores, tutores, etc.) dado que aún no son capaces de tener este autocontrol. Si dejamos una caja de chucherías a un niño pequeño este no tiene autocontrol suficiente para limitarse la ingesta de los dulces y se los tomara todos. Por eso el adulto es el que debe ponerle el límite de los dulces a tomar y con ello ir enseñando este autocontrol. 

Los adultos establecemos a los más pequeños unas metas u objetivos y les proporcionamos las conductas para su logro. El niño va a ir aprendiendo por medio de este moldeamiento las estrategias necesarias para tener un buen autocontrol. Cuando empiezan a poner en marcha estas estrategias dado que los adultos ya no ejercen con tanta frecuencia ese tutelaje (durante la adolescencia) inevitablemente les cuesta no tener una respuesta inmediata a sus acciones, pero será de su propia experiencia como van a ejercer ese autocontrol. Durante esta época del desarrollo, los adolescentes necesitan en ocasiones, por un lado que sigan siendo los adultos los que les pongan los límites, pero por otro y en la medida que van asumiendo responsabilidades y van aplicando y poniendo en práctica distintas estrategias de autocontrol, van a ir asumiendo tal comportamiento. Demandan libertad en los límites que los adultos les ponen aunque no estén preparados para ponerse así mismo ese control. Por ello es un fase delicada de trasvase de control que conlleva su tiempo. 

No se puede establecer una edad determinada para que uno pueda autocontrolarse en su justa medida, depende del propio aprendizaje y experiencia de cada uno, pero es importante no correr e intentar cuidar este control en los niños desde muy temprana edad.

Tanto el exceso como el defecto de este autocontrol no son buenos y pueden llegar a ser patológicos. Es preciso en algunos casos ajustarlo dado que la falta de un buen autocontrol le puede llegar a crear a la persona un alto grado de insatisfacción personal. Existen distintas técnicas de modificación de conducta para lograr fines terapéuticos específicos en relación al ajuste del autocontrol. Estas están basadas en las que desempeñamos de manera natural en nuestra vida cotidiana.

En muchas técnicas de autocontrol puede necesitarse algún entrenamiento preliminar para trasmitir tanto los principios que respaldan la técnica como sus requerimientos. Una vez realizado el entrenamiento inicial, la persona puede llevar a la práctica, de manera guiada, la intervención de tratamiento y determinar las situaciones y comportamientos a los que aplicar dichas técnicas.


domingo, 27 de marzo de 2016

Apurando las vacaciones...

¿SE NOS HACE CUESTA ARRIBA LA VUELTA AL TRABAJO?


Las vacaciones han llegado a su fin y la vuelta al trabajo y la rutina habitual para la mayoría de nosotros es una realidad ineludible. Por lo general durante las vacaciones se aprovecha para romper con la rutina en general. No solo dejamos de trabajar, además los horarios cambian. Generalmente se aprovecha para no madrugar, las comidas se realizan a distintas horas y se hacen distintas actividades de ocio y tiempo libre que van modificando el programa diario. Enseguida nos habituamos a este plan vacacional y nos olvidamos rápidamente del habitual.

El grado de malestar en esta vuelta coincide generalmente con el grado de satisfacción que uno tiene en su trabajo, pero aún en el caso en que uno disfrute plenamente de su profesión y sus condiciones laborales, existe un cierto grado de apatía en esta vuelta. Se trata del cambio que nos supone pasar de una actividad a otra, y en mayor medida y con mayor pesar, pasar de una actividad de ocio y descanso a otra de tipo laboral. Algo similar, aunque en menor medida, les pasa aquellos que no consiguen desconectar de su trabajo en los primeros días de sus vacaciones.

En los últimos días de las vacaciones muchos se dejan invadir por pesadas sensaciones pensando en la cercana vuelta al trabajo. Algunos llegan incluso a contar los días con cierta angustia y este pesar llega a dificultar el disfrute de los últimos momentos de vacaciones. Estas resistencias a la vuelta hacen que esta sea aún más difícil y por ello resulta más ventajoso no pensar en ella hasta que llega.

En muchas ocasiones los malestares con relación a la vuelta al trabajo están relacionados con todo el cambio en la rutina diaria que ello conlleva. El tener que madrugar, comer fuera de casa o en poco tiempo, realizar las tareas domesticas con menor tiempo y mayor cansancio, perder el tiempo en un atasco, disponer de menor tiempo para uno mismo, para la pareja, para los hijos, etc. Estos cambios son, en muchos casos, los que suelen aumentar más nuestras resistencias a reanudar nuestra vida laboral que el mismo trabajo.

La mayoría de nosotros lleva ya unos días trabajando y aunque uno se hace al principio más perezoso y aunque haya resultado difícil los primeros días, hemos conseguido denuevo habituarnos a la jornada laboral. Si mantenernos algún malestar con relación a lo mucho que nos está costando volver a trabajar, debemos hacer un pequeño cambio de pensamiento y ante la dura rutina diaria tan fácilmente olvidada durante las vacaciones, en vez de pensar en ella con el esfuerzo y dificultad que la misma nos requiere, debemos pensar que hemos descansado y nos hemos relajado lo suficiente como para que dicho esfuerzo sea menor que cuando dejamos dicha rutina para empezar las vacaciones. Así de esa manera las vacaciones han cumplido su objetivo: descansar lo suficiente y disfrutar del ocio para con ello recobrar fuerzas para denuevo volver a la rutina laboral.

Los hay también que durante las vacaciones están deseando volver a su rutina laboral. Entre ellos se encuentran los adictos al trabajo. En ellos su adicción no les permite disfrutar de otra cosa que no sea su trabajo, y por ello en muchas ocasiones ni si quiera se permiten salir de vacaciones y siempre encuentran excusas para ello. Otros, dentro de este grupo, llegan a ser tan activos que, si han llegado aburrirse durante las vacaciones, esto les ha producido cierto espanto y por ello desean denuevo comenzar con sus múltiples actividades para relajarse. Hay un pequeño grupo también que desean volver al trabajo por que durante sus vacaciones, seguramente por una mala planificación o incluso falta de recursos, han trabajado más que lo que habitualmente realizan en su jornada laboral. 

Para llevar mejor esta vuelta es aconsejable pensar en lo mucho que se ha disfrutado y descansado. Debemos valorar todo lo positivo de las vacaciones. Se puede también, y esto suele animar bastante, ir preparando o planificando alguna pequeña escapada de fin de semana. Esto nos creará nuevas expectativas de lo que suponen las vacaciones y nos animará con la tarea cotidiana.









martes, 22 de marzo de 2016

DESCANSAR

DESCANSAR


No te ha pasado nunca, que después de una semana desenfrenada de trabajo, llega el momento de descansar y no has sido capaz.

El descanso físico es obvio que es vital, pero también lo es el descanso mental. En este artículo cuando hablo de descanso me refiero al equilibrio de estos dos tipos de descanso.
Cuando se aumentan tanto las tareas provocando altos niveles de activación o de estrés es difícil poder desconectar de golpe. Cuando llega el momento para descansar se hace difícil, tenemos el cuerpo activado y nos cuesta desactivarlo.

Lo ideal es llegar a un equilibrio, cierto estrés supone una ventaja y es muy necesario para la acción siempre que no se sobrepasen los límites que cada uno tiene. Si claro en esto no somos todos iguales.

Es importante para cada cual conocer sus límites e intentar no llegar a sobrepasarlos. Si uno ve que empieza a desbordarse, hay que tomar conciencia, y darse un respiro antes que se supere este límite y uno pueda bloquearse. Llegado a este momento es interesante cambiar la acción, de actividad. Hacer algo de ejercicio durante unos minutos suele ser muy eficaz para bajar el nivel de estrés.

En esta sociedad desenfrenada de activación, la mayoría toman estimulantes por la mañana para activarse, y muchos tienen que recurrir a sedantes o relajantes para descansar. Como medida puntual para situaciones concretas de estrés puede ser necesario, pero es mucho más eficaz y recomendable otras técnicas de activación o relajación.

En este sentido es importante tener unos hábitos saludables de sueño ordenado para el descanso, una alimentación adecuada y hacer algo de ejercicio diario. Conocer nuestro cuerpo y nuestros límites al estrés son fundamentales para tomar medidas antes de sobrepasar los límites. Cada uno debe conocer las señales de su cuerpo que le avisan que está llegando al límite. Hormigueo en el estómago, acaloramiento, palpitaciones, nauseas, sudores, etc., suelen ser ya síntomas que nos avisan que estamos en el límite.

¿Qué medidas se pueden tomar para no llegar a nuestro límite? Medidas hay muchas y tendremos que valorar la que sea más adecuada para cada cual y en cada situación. Existen distintos entrenamientos y técnicas de relajación, diferentes estrategias de cambio, etc. Si uno siente que está llegando al límite  lo primero que tiene que hacer es frenar, y si es necesario tomar alguna de estas medidas.

El descanso diario es una necesidad vital para poder ser eficaz, pero si por ser más eficaz no descansamos no vamos a poder llegar a ser eficaces.


domingo, 20 de marzo de 2016

LECHE CON GALLETAS

LECHE CON GALLETAS (TERCERA HISTORIA DE VIDA)

Nací muy lejos de aquí, en África, en  el Congo. Hoy vivo en España con mi padre y su familia. De lo que no me olvido es del hambre que pasábamos mis hermanos y yo, durante el tiempo que he estado allí. La hora de la comida era el mejor momento del día y es que allí comíamos solo una vez cada día. Vivía junto a mis padres y mis hermanos que en realidad hoy se que son mis tíos y mis primos. Vivíamos en una casa baja que solo tenía una habitación. En ella guardábamos nuestras cosas y dormíamos mis tres hermanos y yo junto a mis padres. Yo era el tercero, pero mi primo, el segundo, solo me saca unos meses. Para mi éramos una familia muy unida, que pasaba hambre como todas las de allí. A pesar de ello nunca nos peleábamos por la comida y estábamos contentos.

Mi madre se ocupa de guisar la comida y de cuidar al pequeño de mis primos, que con más de un año tomaba todavía el pecho y por ello lo tenía casi siempre encima de ella. Los mayores íbamos a la escuela, que es muy diferente de la que tengo aquí, pero donde tenía amigos y un profesor que me enseña muchas cosas. Mis hermanos, buenos mis primos, (y es que no me acostumbro), mis primos y yo íbamos juntos a la escuela y por la tarde nos las pasamos jugando en la calle o haciendo algún recado para mi madre o alguna vecina. Mucha gente de aquí se va del país a buscar suerte en otros lugares. Mis hermanos y yo ya  habíamos planeado irnos cuando fuéramos mayores.

Mi padre del Congo apenas estaba con nosotros, se pasaba todo el día buscando algún trabajo en la ciudad. Pasaban semanas sin que le viéramos. Cuando volvía siempre nos traía algún regalo, como pan, fruta o chocolatinas. Mi madre siempre estaba con nosotros, nos cuidaba con mucho cariño, aunque muchas veces tenía que regañarnos, pero en general nos llevábamos muy bien y apenas nos peleábamos.

Un día, cuando tenía nueve años, mis padres me contaron que nací de otra mama y al nacer, ella se murió (no es raro esto aquí). Mi madre del Congo, en realidad era una prima de mi verdadera mamá, pero ella me quiso desde que nací y me cuidó desde entonces junto a su marido y sus hijos, por eso me llevo solo dos meses con mi hermano. Mi verdadero padre, el de España, se apeno mucho cuando se murió mi madre y se fue a otro país buscando mejorar su vida y la de sus hijos. Mi padre además tenía dos hijos mayores de su primera mujer, hermanos míos que yo no conocía.

La noticia que me estaban contando mis padres del Congo era como la de un sueño, no podía ser verdad. Mis dos hermanos mayores que no conozco, hijos de la primera mujer de mi padre, iban a venir a buscarme para reunirnos con mi padre en España. En este país vive mi padre con su tercera mujer y allí tengo también otros hermanos. La verdad es que me costo digerir todo esto, tengo otros hermanos, tengo un padre que me ha mandado dinero para vivir estos años y ahora me lo manda para irme con él. Todo era una sorpresa. Estaba alegre porque se me abrían las puertas a una salida de la dura vida del Congo, pero al mismo tiempo se me hacía difícil pensar en tener que dejar a mi familia de aquí.

No tuve tiempo apenas para despedirme. No quería separarme de mis hermanos y de mis padres en el Congo, pero salir de aquí nos ayudaría a todos. Yo iría a España a estudiar y conseguir dinero para que mi familia pudiera irse conmigo a España. Este cambio debía ser una puerta abierta para todos.

Todos estábamos muy tristes con mi marcha. Mi madre se las arreglo para conseguirme una bolsa y meter en ella algo de ropa y comida para el viaje. Todo estaba preparado y al fin llegaron mis hermanos mayores de 16 y 18 años de edad. Yo casi tenía 11 años que cumpliría en España junto a mi nueva familia.

El viaje fue muy cansado, muy lento, parecía que nunca íbamos a llegar. Mis hermanos hablaban solo entre ellos de sus cosas y apenas se dirigían a mí, ni respondían a mis preguntas, ellos no sabían. Solo me dijeron que yo no era su hermano, solo un familiar y que iban a España solo un año, después iban a Francia, donde estaba otro familiar cercano que les esperaba. No mostraron el menor interés por mí, yo era como parte del precio que pagaban por ir a España.

Por fin llegamos, pero la llegada no fue muy buena y tampoco el encuentro con mi nueva familia. No parecía que estuvieran contentos con nuestra llegada o así creo que me lo pareció desde el principio. Mi padre tenía una tercera mujer y tenía dos hijas de 7 y 3 años de edad. Mi nueva madre estaba embarazada y esperaba gemelos, por eso estaba muy gordita y cansada. Mi nueva madre me rechazo desde mi llegada que se la había impuesto mi padre y me dejo claro que haría lo que fuera por mandarme de nuevo al Congo. Mi familia vivía en una casa en la ciudad de Madrid. Esta casa tenía muchas habitaciones. En una se cocinaba, en otra dormíamos mis hermanos y yo, en otra mis hermanas, en otra mis padres y en la más grande comíamos y a veces nos dejaban ver la televisión. 

La vida aquí era muy diferente. Lo mejor es que comíamos tres veces al día, por la mañana tomábamos leche con galletas, por la tarde en el colegio comíamos cada día una cosa diferente y por la noche podíamos tomar también leche con galletas. Además teníamos televisión en la casa.

Yo hablaba en francés con mi padre y enseguida empecé a entender el español y hablarlo. En el colegio de aquí se aprende muy deprisa y muchas cosas. Al principio no tenía muchos amigos, porque apenas nos entendíamos y yo era bastante diferente a los de aquí, soy negro. Algunos profesores son muy buenos y se han preocupado de enseñarme muchas cosas. Todos se sorprendieron de lo pronto que aprendí el español y de mi gran interés, aunque aquí es todo más difícil.

Con mis hermanas me lo paso muy bien, aunque a veces nos enfadamos. Pasamos mucho tiempo, juntos en casa. Mi padre es muy serio y siempre me dice lo que tengo y no tengo que hacer, muchas veces después de que se lo diga mi madre que le dice: “díselo a tu hijo”. Mis hermanos mayores se pasan el día fuera de casa. Vienen por la noche, cenan de su comida que ellos se compran y se van a nuestro cuarto, donde yo solo puedo entrar a dormir. Tengo un colchón que saco de debajo su litera.

Mi madre o madrastra no es buena conmigo, ella dice que no me quiere aquí, soy solo un gasto más y ya tienen bastante. Siempre se enfada con mi padre por haberme traído. Yo soy obediente para que no se enfade, pero todo le molesta. Si juego con mis hermanas me regaña porque no puedo jugar con sus hijas, si no juego tengo que encargarme de jugar con ellas y luego me hace recoger todo y me regaña solo a mí. Lo peor es que se pasa el día diciéndome que me va a mandar otra vez a mi país. Ella era de Camerún, creo.

Un día mi madre se puso mala y es que iba a tener a los bebes, aunque decían era demasiado pronto. Ella, antes de irse de casa al hospital, estaba muy enfadada y después de despedirse de mis hermanas me dijo que en cuanto volviera me mandaría a mi país, se lo dijo a mi padre, o que me iba yo o se iba ella con mis hermanas. Yo no había hecho nada para que me regañara, pero siempre estaba enfadada conmigo y por eso mi padre también al final la tomaba conmigo. Cuando mi madrastra se fue yo desee que no volviera nunca a casa para que me pudiera quedar aquí en España.

Mi padre se fue con mi madre al hospital y allí estuvieron muchos días, mi padre venía alguna noche a traernos leche y galletas y siempre enfadado nos regañaba porque estaba todo revuelto. Yo me ocupaba de mis hermanas y hacíamos por la tarde los deberes y tomábamos leche con galletas. Mi hermana pequeña no quería comer nunca, pero era muy divertida. Después jugábamos. Por la mañana mis hermanos nos despertaban antes de irse y nosotros tomábamos el desayuno y nos íbamos al cole. A veces no nos cambiábamos de ropa en unos días porque la ropa sucia estaba amontonada en la cocina.

Un día vino mi padre y parecía loco, hablaba solo con mi madre y estaba enfadado y triste. Los bebes habían nacido, un niño y una niña, y mi madrastra se había muerto. Pareció como si yo la hubiera matado, porque desde entonces mi padre siempre se enfadaba conmigo más de que lo hacía ella. En el fondo yo también me sentí culpable, no quería que volviera, pero no que muriera. Mis hermanas se pusieron muy tristes y desde ese día mi hermanita pequeña se pasaba el día llamando a su hermana  o a mí para protegerla, porque su muñeca no dejaba de pegarla. Pobrecitas, echaban de menos a su madre como yo a la que había dejado en el Congo. Mi hermana que me sigue también estaba muy triste y hacía de mama de la más pequeña. Se pasaba el día comiendo galletas y se estaba poniendo muy gordita.

Los bebes eran muy chiquititos porque habían nacido antes de tiempo y se tenían que quedar en el hospital durante mucho tiempo. Mi padre tenía que ir allí todos los días después de trabajar, así que apenas le veíamos, pero cada día estaba más triste y más viejo, yo creo que estaba cansado y cuando llegaba se enfadaba por todo. Un día nos dijo que nuestro hermano varón se había muerto y que en realidad era lo mejor. No parecía ya muy afectado. Mi hermanita pequeña seguía quejándose de que su muñeca la pegaba. Mi otra hermana seguía comiendo muchas galletas y seguía engordando.

Mis hermanos mayores solo venían a dormir y le daban un dinero a mi padre por ello, pero le decían que estaban hartos de nosotros y que enseguida se iban a ir a Francia.

Un día que mi padre vino antes de que nos acostáramos, se enfado mucho porque la cocina estaba sucia y sin recoger. Habían sido mis hermanos que habían cocinado y se habían ido. Nosotros estábamos viendo la tele. Mi padre se enfado sobre todo conmigo por la cocina y por todo lo que había pasado. Parecía que quería pegarme, yo me escape y entonces me lanzo un vaso a la cabeza, que al esquivarlo dio en la televisión rompiendo la pantalla. Después mi padre se enfureció y me dio unas bofetadas, pero enseguida se calmo y se fue. Yo creo que tomaba pastillas y estaba muy raro.

A pesar de todo yo quería quedarme en España y no estaba enfadado con mi padre. Mi padre nos llevó a mí y a mis hermanas a una psicóloga porque nos portábamos mal. Yo tenía que estudiar mucho y ganar dinero para traerme a España a mi familia del Congo.

Un día llego papa con el bebe a casa, era muy chiquitina y se pasaba el día y la noche llorando. Ya casi no podíamos dormir. Por la noche mi padre no la oía y mi hermana y yo nos levantábamos para acunarla y darla de comer. Por el día venía una señora a cuidarla que estuvo poco tiempo porque se comía la comida de mis hermanos y se llevo algunas cosas. Luego vino otra que cuando estábamos en casa nos pegaba para que atendiéramos nosotros al bebe. Mi casa era un lió. Cuando mi padre echo a esta señora me quedaba yo a cuidar al bebe y no iba al colegio. Pero yo no sabía muy bien cambiar al bebe, así que tenía que esperar a que viniera mi padre por la noche y el bebe lloraba mucho y entonces mi padre nos regañaba. Creo que desde el colegio también regañaron a papa.

Después vino otra cuidadora que por la mañana dejaba al bebe solo en casa y ella se iba hacer recados. Un día cuando volvimos del colegio el bebe no estaba y mi padre nos dijo que se la había llevado a un sitio donde la iban a cuidar y que también nosotros íbamos a ir a otro sitio. Mi padre estaba muy triste pero tranquilo.

Todo fue rapidísimo, ese mismo día recogimos nuestras cosas y mi padre nos llevó a un centro, como un internado, donde todavía vivimos. Allí nos asignaron como a casitas diferentes, aunque al final nos pusieron juntos a los tres. Una vez en semana íbamos a ver al bebe que estaba en otro sitio igual que nosotros pero con niños más pequeños. Allí nos encontrábamos con papa que también venía a vernos. Los domingos mi padre nos iba a buscar y pasábamos el día en la casa. Mi padre estaba más tranquilo y había dejado de regañarme por todo.

La residencia estaba bien y tengo amigos. Nos tratan muy bien y nos dan distintas comidas cuatro veces al día. Mi educadora me regaño al descubrir que tenía guardada en mi armario la comida que no podía comerme. Ojala hubiera podido mandar toda esta comida a mi familia del Congo. Ya lo haré cuando sea mayor y pueda trabajar aquí.

De momento seguimos en la residencia, en la que llevamos casi un año. Los fines de semana salimos a mi casa que ha cambiado mucho. Mis hermanos mayores ya se fueron a Francia, por cierto sin despedirse. Mi padre tiene todo más recogido y limpio. A mis hermanas les ha comprado una litera nueva y yo, los fines de semana que vamos, duermo en la de mis hermanos. Por la noche cenamos cosas que nos cocina mi padre y a veces nos da papilla de mi hermana bebe que esta muy rica.

Mi padre ya no esta tan enfadado conmigo y según me cuentan los educadores de la residencia esta trabajando mucho para que volvamos todos a casa. El no ha dejado nunca de venir a vernos y de traernos todo lo que le han pedido. Mi hermana, la que me sigue ha adelgazado mucho y esta casi más alta que yo y mi hermana pequeña ha dejado de pelearse con sus muñecas. Yo las quiero mucho a las dos y también al bebe que ya casi anda y es que es todavía muy pequeñita.

Ahora estoy más tranquilo y estudio y juego mucho. Por fin he escrito cartas al Congo y me han escritos mis hermanos y mis padres de allí. Mis hermanos quieren venir y yo espero que algún día pueda reunir el dinero suficiente para que vengan.


sábado, 19 de marzo de 2016

EL ARTE DE CRITICAR



EL ARTE DE CRITICAR


           Lo primero que debemos hacer al intentar analizar el arte de la crítica, tan común entre nosotros, es diferenciar dos tipos de la misma: la crítica constructiva y la crítica destructiva. La primera introduce en los mensajes de valoración la connotación negativa específica pero dentro de un contexto general positivo. A diferencia de está, la crítica destructiva trasmite mensajes más generales de condena y en forma de ataque.

            Nuestra sociedad nos invita en muchos casos, de forma sutil, a la crítica. Así, por ejemplo, encontramos ciertos refranes o dichos populares con relación a esta invitación, como “piensa mal y acertarás”. Al escuchar o leer algunos comentaristas en la radio o televisión o prensa escrita, muchos de ellos con una reconocida profesionalidad, encontramos frecuentemente la crítica como constante entre sus palabras. Se dice de manera simbólica en nuestro país que la crítica es un deporte nacional.

        El que nos sintamos animados en el nivel social, no es excusa para practicar la crítica. Seguramente se nos hace necesaria y por ello se lleva a la práctica de manera frecuente, de forma espontánea en distintos lugares y situaciones. Lo importante es poder hacer una crítica constructiva, sin hacer sentir mal a nadie, con el objeto de ayudar a mejorar. A casi todos en alguna ocasión nos ha resultado difícil asumir la crítica cuando erramos, pero sin ella seguiríamos, en muchos casos, en la confusión. Si la crítica es constructiva me hará ver que necesito modificar algún aspecto de una globalidad para mejorar y sentirme mejor. Desde la crítica destructiva, el aludido, si se llega a enterar de lo criticado, seguramente se sentirá mal y por ello le costará más modificar aquel aspecto que le hace o no mejorar.

            Existen varios tipos, también, de crítica destructiva en los que frecuentemente todos solemos caer sin conciencia de ello. Por un lado tenemos la crítica de la ofensa a alguien en el elogio de otra persona. Así por ejemplo alguien puede decir  “la pobre mujer de X es una santa”, y con ello sugerimos que X por lo menos es un mal marido. Podemos caer también en otra ligera forma de ofensa y es criticando la competencia generalmente profesional de una persona con el aplauso de alguna de sus aficiones. Así por ejemplo podemos decir de un jefe “al menos juega bien al golf”.

          Debemos intentar aprender hacer una crítica constructiva y con ello sin querer vamos hacer crecer entre nosotros este tipo de crítica, en defecto de la destructiva. Tenemos que tener en cuenta que la crítica constructiva, además, favorece el desarrollo de las relaciones personales y no se utiliza, como la destructiva en muchos casos, como un elemento de venganza para dañar a alguien, sino como un instrumento de ayuda a los demás.

            Para hacer una crítica positiva debemos reflexionar en algunos puntos. Primero, es necesario tener en cuenta que no tenemos derecho a la crítica si no somos capaces o estamos dispuestos a elogiar. En segundo lugar, es importante, también, una vez realizada la valoración de la situación, que intentemos colocarnos en el lugar del criticado. Empatizar de esta manera nos ayudará a entender al otro y a poder limar nuestra crítica. Otro aspecto a tener en cuenta, es la delimitación del hecho o conducta concreta a criticar (evitando con ello hacer descalificaciones globales) y de adoptar la posibilidad de cambio de la misma. Además añadimos que si, a veces, no hay vuelta atrás en la acción o hecho de la crítica, debemos pensar y revalorar que ésta, solamente nos servirá para nuestro desahogo y pataleo ante tal situación. Es necesario, también, que podamos olvidarnos en nuestra crítica, de cualquier sentimiento de antipatía u hostilidad hacia el criticado. Por último, debemos elegir el momento y el lugar más adecuado. Así, por ejemplo, no debemos hacer una crítica a un compañero delante de otros. Esto que parece tan obvio a veces no se tiene en cuenta.

        Además de estas estrategias para mejorar nuestras críticas y hacerlas lo más constructivas posibles, para que además sea más eficaces y fructíferas, podemos ofrecer alternativas de cambio al criticado, elogiar otros aspectos de su comportamiento, agradecer la escucha de la crítica y si es posible ofrecer nuestra colaboración en el cambio propuesto.

      

martes, 15 de marzo de 2016

EL PODER DE LA PERSUASIÓN


EL PODER DE LA PERSUASIÓN


La persuasión es el proceso de comunicación que tiene como objetivo un cambio o modificación de determinadas actitudes. Estas comunicaciones pueden requerir de la lógica o de lo puramente emocional. Pueden ser directas o indirectas, amenazadoras o intensamente atractivas, intrigantemente novedosas o ciertamente aburridas por su constante repetición.

Estas estrategias persuasivas de comunicación las encontramos en el mundo laboral, la política, la escuela y en general, en casi todas las interacciones del mundo social. Donde muy claramente podemos ver sus efectos también, por su notable uso de dichas estrategias, es en el mundo publicitario. En todos los casos el objetivo es desarrollar nuevas actitudes o producir un cambio de las mismas. Así nos encontramos objetivos tan diversos como aumentar el consumo de un producto determinado, dar el apoyo a un partido político,  aumentar la rentabilidad de una empresa, etc. Para conseguir dichos objetivos es necesario que esta comunicación nos aporte una información cognitiva, afectiva y/o conductual en consonancia con la actitud que se desea cambiar o instaurar.

Este proceso de comunicación, que a simple vista parece tan sencillo, no se produce de manera automática y requiere de unas actuaciones, en ocasiones, complejas, que desarrollan distintos profesionales y expertos de cada ámbito de persuasión.

Un elemento determinante para conseguir el éxito de la persuasión es la atención de los receptores a la comunicación. Así cuando las personas prestan atención al mensaje de persuasión, el cambio de actitud, no es sólo más probable, sino además es más duradero que cuando no se muestra atención a dichos mensajes. Por esta razón el primer objetivo de la persuasión es conseguir la atención de los receptores. Así, por ejemplo, en el mundo publicitario se utilizan para captar nuestra atención los eslóganes cargados de exageraciones desmedidas y llamativas.

Esta atención que se consigue, sin embargo, no garantiza la comprensión de los mensajes. Este sería otro objetivo a alcanzar. Las investigaciones realizadas en este sentido muestran que para la comprensión de estos mensajes, en general, es más eficaz la información impresa que la visual/auditiva. Esta última por el contrario consigue llamar de mejor manera nuestra atención.

Otro aspecto importante a tener en cuenta en las persuasiones, una vez conseguida la atención y la comprensión del mensaje, es la credibilidad del mensaje del mismo. Para aumentar dicha credibilidad, se utilizan, como comunicadores de estos mensajes a los expertos o sabios en la materia. Así por ejemplo, si uno quiere hacer una campaña publicitaria para disminuir el consumo de tabaco con un mensaje para explicar los efectos nocivos de su consumo, éste será más creíble, si el trasmisor del mensaje es un médico experto de reconocido nombre y bagaje profesional.

Las reacciones favorables o desfavorables que las demás personas tienen ante el mensaje persuasivo, también desempeñan una labor persuasiva de cierto contagio. De esta forma, el mayor número de personas persuadidas provoca, a su vez, mayor número de persuasiones.

Dentro del mundo de las emociones, la persuasión utiliza tanto las positivas como las negativas. Las positivas se relacionan con todo lo agradable y de gran atracción que uno puede llegar a conseguir, si se modifica cierta actitud. Así cuando se quiere promocionar el consumo de un producto, toda la información publicitaria que se va a dar sobre el mismo, es muy positiva y convincente. Las negativas, sin embargo van hacer que cambiemos una actitud para evitar, de lo contrario, unas consecuencias negativas, como las terribles y nocivas consecuencias que conllevan el consumo de tabaco y que explícitamente nos informan las campañas para disminuir su consumo.

lunes, 14 de marzo de 2016

MI VERDADERA MADRE: SEGUNDA HISTORIA DE VIDA


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MI VERDADERA MADRE
 Me llamo Rosa y ahora tengo 13 años. Nací en primavera, en un día tormentoso. Según me cuenta mi tía paterna, yo era un bebe largo y bastante feúcho pero mi madre estaba feliz, lo que no era muy habitual en ella. Mi padre, un tipo áspero y duro, se mantenía firme en esta actitud, a pesar de mi llegada. Esto debía ser lo que él entendía que debía hacer. Además, efectivamente no debí ser muy bonita, porque apenas tengo alguna foto de aquella época, de la que apenas tampoco tengo casi recuerdos.
Me contaron que mi madre siempre estaba apenada, temerosa, muy triste, y me cuidaba con mucho recelo de todo y todos. Sé que me quería y esto solo lo sé yo. Debía estar muy enferma del alma porque un día, cuando yo tenía casi cuatro años, se quitó la vida sin avisar. Yo no me enteré de nada porque me llevaron unos días a vivir con mi tía soltera, hermana de mi padre, y pasé unos días como de vacaciones. Mi padre debió enloquecer, porque se enfadó con todo el mundo, con la familia, con los compañeros del trabajo, y sobre todo con mi madre por abandonarnos de esta manera. Quizás yo también me hubiera enfadado de saberlo.
Pues bien, mi padre también se enfadó con mi tía y por eso tuve que volver con mi padre a casa y fue entonces cuando empecé, y de esto sí me acuerdo, a echar de menos a mi madre. Mi padre no es un hombre cariñoso, más bien ha sido siempre de mucha frialdad en los afectos, de una dureza muchas veces invariable y cruel. Es un hombre de pueblo que tampoco ha tenido una vida fácil. Muy joven se vino a Madrid a buscarse la vida con lo puesto y pudo hacerse, pasando algunas penalidades, un pequeño hueco para sobrevivir. Mi madre, sin embargo, debió ser una mujer muy frágil y a la que sin duda mi padre no supo apoyar, sino todo lo contrario; aunque sí me han dicho que cambió mucho cuando la conoció y parecía quererla mucho. Imagino que por esto estaba tan enfadado.
Al final, nos quedamos los dos solos, mi padre y yo. De atenderme a mí y a la casa mi padre no tenía ni idea. Valoraba que esas funciones no debía realizarlas un hombre, así que decidió que debía buscar una mujer que se encargara de aquello. Ya he dicho que mi padre es un hombre de pueblo, bastante chapado a la antigua.
No pasó mucho tiempo, afortunadamente, hasta que mi padre encontró a mi segunda madre, un ángel del cielo. Este ángel se ocupó de mí desde el principio y con mucho cariño. Me cuidaba, me alimentaba, me regañaba y con ella jugaba. En breve se convirtió en mi segunda madre y así la quería yo y ella me quería a mí. Mi padre seguía  siendo un bruto y muy áspero, pero mi madre minimizaba todo esto y éramos una familia feliz. Yo no me separaba de mi segunda madre y ésta me hizo el mejor de los regalos, mi hermana.
El nacimiento de mi hermana fue maravilloso para todos, hasta para mi padre, que parecía feliz. Era preciosa y un bebe buenísimo. A mi me encantaba cuidar de ella junto a mi madre. Ésta me daba un lugar de hermana mayor donde yo me sentía feliz y muy importante.
Al principio mi padre estaba feliz con todos, pero yo empezaba a ver como hacía diferencias entre mi hermana y yo. Si ella era buena en las comidas, la comparaba conmigo porque yo siempre había comido fatal. Si mi hermana lloraba poco, yo siempre había sido una llorona. A mí no me importaba, a fin de cuantas tenía una mamá y una hermana que me querían y ellas hacían que esto no fuera importante.
Fueron unos años, unos pocos años felices. Mi madre me enseñó a amar y ser amada. Sobre todo conseguí que los mensajes grotescos y de desvalorización que mi padre arrojaba a mi persona no me afectaran. Yo era mala estudiante, cuando sacaba las mejores notas, era una mala hija, sin que nunca le hubiera discutido nada; era mala en casi todo, la peor…como mi madre. Y es que yo me parecía a mi madre y el seguía muy enfadado con ella por habernos dejado.
Todo iba bien hasta que mi madre se puso enferma, aunque ella no se quejaba nunca. Al enfermar, de nuevo la vida no fue buena con nosotros, porque no enfermó de cualquier cosa, sino de algo que era muy grave. Pasó mucho tiempo sufriendo en el hospital y mi padre, que al fin si había llegado a quererla, se pasaba los días allí con ella. Yo con nueve años me encargaba de cuidar a mi hermana de cuatro y de las cosas de la casa. Mi padre consintió al final, a petición de mi madre, que mi tía soltera, su hermana, cuidara de nosotras a la salida de su trabajo. Fueron días muy duros. No nos dejaban ir a ver a mi madre y aunque nos decían que estaba mejor, las cosas no iban bien. Yo le pedía a Dios que no me quitara a esta madre, no solo por mí sino también por mi hermanita, aunque por lo menos ella no parecería enterarse de mucho.
Pero mi segunda madre también se murió, sin que pudiéramos hacer nada. Cuando nos lo dijeron creí morir, aquello no podía ser verdad, otra vez no podía pasar. Todo era muy triste y la echábamos mucho de menos, tanto que creí que no iba a poder dejar de llorar. Pero tenía que dejar de llorar para poder consolar a mi hermana, que aunque no parecía enterarse de mucho, sí debía intuir que algo terrible estaba pasando y por eso nuestra madre nunca más iba a volver con nosotras. Yo lloraba a escondidas.
La reacción de mi padre fue terrible. De nuevo se enfadó con la familia, con nosotras, con el mundo y consigo mismo. Fueron días muy duros y muy largos. Apenas comíamos arroz y lentejas y algo de fruta, que según mi padre era lo necesario. No permitía que nadie viniera a vernos. Pasábamos las tardes haciendo deberes y en silencio. Si mi hermana jugaba y hacía ruido mi padre se enfadaba mucho y siempre me castigaba a mí sin explicaciones, yo tenía que cuidar de mi hermana que era lo único bueno que a él le quedaba. Para mí también era lo único que me quedaba. Así pasaba los días deseando que llegara la noche para poder llorar en silencio a mi madre. Y cada noche lloraba un poco menos.
Mi padre salía por la mañana y nosotras debíamos arreglar la casa antes de ir al colegio. Tomábamos el desayuno, leche y las mismas galletas de siempre, para después ir al colegio. Yo estudiaba mucho para no enfadar a papá y las notas eran muy buenas. Algunos días que no tenía mucho tiempo me levantaba por la noche y terminaba mis tareas. Mi tía venía algunos días a visitarnos a escondidas y nos traía, para nosotras, los mejores regalos, unas braguitas nuevas, lápices para el colegio, incluso chucherías, prohibidas terminantemente en nuestra casa. Mi padre era tan austero que jamás nos dio una propina. De vez en cuando nos traía ropa que le debían de dar y, aunque no nos gustara, debíamos ponérnosla. En casa no teníamos champú, gel de baño o colonias, solo jabón para lavarse, no hacia falta más.
Lo peor de todo en estos años fue que mi padre cada día hacía más diferencias con nosotras. Yo siempre tenía la culpa de todo lo que pasaba, siempre debía recoger, aunque yo no hubiera revuelto nada, era la peor estudiante a pesar de sacar buenas notas, sus mensajes me decían lo poco que valía, lo porquería que era y como era igual que mi madre, se refería a mi primera madre. Jamás se me ocurría contestarle, pero no aguantaba mucho, la verdad, y cuando me echaba a llorar me repetía eso de mi madre: “como tu madre siempre llorando”.
A pesar de que mi padre de esta forma intentaba que mi hermana y yo nos lleváramos mal, fuimos siempre las mejores hermanas, ella siempre me defendía con mi padre y muchas veces se la ganaba por ello. Siempre me he sentido muy cercana a ella y muy responsable de ella. Es lo mejor que me queda y ha sido mi único aliento durante muchos años.
En el colegio, la verdad, nunca he tenido muchos amigos, soy tímida, y además, soy la rara, visto diferente, no veo los programas de la tele que mis compañeros veían, no participaba en ninguna actividad extraescolar o en las propias excursiones del colegio. Con los profesores siempre me he llevado bien, especialmente con mi profesora de gimnasia de los últimos años, que siempre mostraba especial interés por mí.
Al cumplir 11 años era la más alta de la clase y eso que no comía mucho, un día empecé a sangrar por mis partes y no sabía qué me estaba pasando. En el colegio había oído hablar de la regla, aunque no sabía muy bien cómo funcionaba. Esperé al domingo, que habíamos quedado con mi tía a escondidas, para preguntarle sobre lo que me estaba pasando y lo que debía hacer. Me las arreglé para cortar unas toallas viejas a modo de compresa (que yo no sabía ni que existían). Menos mal que mi tía me lo explico y me trajo compresas, porque yo, con esto de mi padre, antes me hubiera muerto que pedirle compresas o decirle lo que me estaba pasando.
Al año siguiente, mi tutora fue la profesora de gimnasia que siempre había sido tan atenta conmigo. Ésta citó a mi padre en una tutoría. No sé qué paso en esa reunión pero mi padre vino muy enfadado, diciéndome que qué le había dicho a la profesora, que desde luego en cuanto cumpliera los 16 años ya me iba a preparar para trabajar y dejar de ser un gasto, yo desde luego no servía para estudiar. Yo era para mi padre cada día un incordio más grande, no servía nada más que para fastidiar. Ese día se enfado más que nunca y creí que me iba a pegar, pero no hacía falta, sus palabras eran afilados cuchillos que se hundían en mi carne. Nunca llegó a pegarme, no hacía falta.
Durante ese año yo no dejaba de crecer y la verdad parecía un fideo. Mi padre es muy alto y delgado y parece que yo iba por el mismo camino, serían las lentejas que tomaba casi a diario. Alguna vez las tiramos y comíamos alguna cosa que mi tía nos había traído. Mi padre nunca se dio cuenta, el tenía su comida aparte en la nevera y nos decía que cuando nos la ganásemos podríamos comer de esas cosas. Esas cosas eran normales que se comen en todas las casas, como embutidos, yogures y carnes y algunos productos que traía del pueblo de vez en cuando. A mi hermana sí le daba de su comida, sobre todo delante de mí cuando se enfadaba por lo que fuese y a mí me dejaba claro que yo no merecía esa comida. A mí no me importaba, nunca tenía hambre.
Un día mi padre nos pilló con mi tía en casa y se enfado mucho, tanto que la echó a patadas de casa. Pasaron meses hasta que volvimos a verla, de nuevo a escondidas. Mi tía le tenía miedo a papa, ya que una vez llegó a pegarse con uno de sus hermanos y a todos les había amenazado, incluso al abuelo, todo por dinero, creo.
Una mañana mi padre se levantó tarde y de mal genio. Nos despertó antes de tiempo y nos dijo que nos vistiéramos que íbamos al “loquero”. Nos advirtió de que no nos atreviéramos a quejarnos que si no, nos encerrarían en un colegio para niñas malas. Fuimos a un centro y allí nos atendieron unos psicólogos. Conocían nuestra historia y ofrecieron a nuestro padre ayudarle para ser un buen padre. Mi padre no estaba de acuerdo, pero finalmente, no sé cómo accedió, y le dieron un montón de citas para nosotras.
Pasé miedo cuando me preguntaban, yo no quería seguir viviendo con mi padre, pero mi padre se iba a enfadar mucho. Mi tía quería que fuéramos a vivir con ella, pero tenía miedo de las represalias de mi padre. Valoraron que debíamos dejar de vivir con mi padre y fuimos a una residencia. Era un lugar pequeño con algunas niñas y unas monjas que nos cuidaban, no era una residencia para niñas malas. Seguíamos en el mismo cole y en el mismo barrio. Todo fue muy rápido. No sé muy bien cómo se lo tomo mi padre, pero vino a vernos al día siguiente para traernos ropa, yo no llegué a verle porque estábamos en el colegio.
Ese día, justo el siguiente a nuestro ingreso en la residencia, en el recreo no sé lo que pasó que me caí al suelo y ya solo recuerdo que me desperté en la cama del hospital. A mi lado estaba mi tía. Ella me dijo que llevaba varias horas como desmayada y ahora debían hacerme pruebas, para saber que me pasaba.
Pasé varios días en el hospital y todo quedó en un gran susto. Tenían sospechas de que tuviera algo gravísimo dado que tenía una gran anemia. Había crecido demasiado rápido sin estar bien alimentada y el cuerpo me pasaba factura. Pasé unos días recuperándome en el hospital. Para mí este fue el comienzo de otra vida. Vino mucha gente a verme. Mi tía y mi hermana venían a diario, algunos compañeros de clase, también vino mi profesora, incluso los psicólogos: Me sentía más cuidada que nunca. Vino mi padre, creo que fue la primera vez que le vi preocupado por mí. Estaba enfadado, él siempre se enfada cuando las cosas van mal, pero también estaba preocupado.
Salí del hospital y volví a la residencia, donde pasamos aproximadamente un año, hasta que terminamos el curso escolar. Los fines de semana íbamos a casa de mi tía y pasábamos allí también las fiestas y vacaciones. Mi padre poco a poco mejoró su relación con su hermana y venía algún día a comer a su casa en el fin de semana. Al final venía a vernos con frecuencia todos los fines de semana y entendió que íbamos a estar mejor con su hermana, aceptando incluso que fuéramos definitivamente a vivir con ella. Lo que más nos sorprendió es que quiso hacerse cargo de una parte de nuestros gastos y cuando venia a vernos los fines de semana, a veces, nos traía pasteles, incluso algún regalo, y nos los traía a las dos hermanas.
Ahora que ya no vivo con mi padre, he aprendido que a su manera nos quiere, incluso a mí. Que mi padre es muy bruto, brutísimo, pero la vida ha sido muy dura con él y aunque no fue justo con nosotras no supo hacerlo de otra manera. Ya no tengo reproches para él, ni estoy enfadada o triste, a veces, todavía, me dan un poco de miedo sus salidas o enfados, pero ahora que estoy más lejos de él, estoy más cerca y estoy tranquila.
No sé si es pena lo que siento por mi padre, no ha sido bueno conmigo, pero es mi padre y no tengo otro. Tuve dos madres y ahora la vida me ha dado a la tercera, mi tía con la que vivo junto a mi hermana. Estamos muy a gusto y contentas, pero yo sigo echando de menos a mi segunda madre, mi verdadera madre.

sábado, 12 de marzo de 2016

LA PASIÓN




LA PASIÓN

El amor pasional se refiere aquellos sentimientos y emociones que se relacionan con el amor romántico y la sexualidad. No todas las relaciones albergan dichos sentimientos. Las emociones apasionadas aparecen rápidamente y están estrechamente vinculadas con los deseos sexuales y el comportamiento. Como sabemos la pasión esta presente en los primeros momentos de muchas relaciones y junto con la atracción garantiza la formación de muchas relaciones.

El amor apasionado conlleva además de deseos sexuales, una sensación de intensa añoranza por la pareja, unos sentimientos eufóricos de realización y un cierto éxtasis cuando la relación funciona adecuadamente. Por su contra, cuando la relación no va bien, conlleva ciertos grados de ansiedad, sufrimiento y desesperanza.

La pasión no es sinónimo de amor. Cuando nos referimos al amor hablamos de compromiso, de confianza, de intimidad, de apoyo, de confianza. Sin embargo cuando nos referimos a la pasión hablamos de vértigo, de aturdimiento, de obsesión, de entusiasmo, de caos, de tempestad, de ofuscación, de delirio.

Las opiniones sobre la misteriosa y poderosa fuerza de la pasión difieren de una cultura a otra. Por ejemplo, los norteamericanos opinan que el amor romántico y pasional es natural, deseable y necesario para una relación como el matrimonio. Para la cultura china, sin embargo dicho amor pasional tiene unas connotaciones negativas y se refieren al mismo como un encaprichamiento y por ello es visto con cierta sospecha como ilícito y socialmente desorganizador.

De igual manera que muchas emociones, la pasión es desorganizante y de la misma forma ésta se relaciona con una serie de creencias (no siempre reales) sobre la persona amada, y distintas motivaciones para unos tipos específicos de comportamiento. Estas creencias, a menudo, idealizan a la pareja y, las conductas deseadas incluyen la unión sexual y otros tipos de cercanía con la persona amada como tocarse o mirarse largamente en el tiempo.

Cuando hablamos del amor a primera vista nos referimos a este amor pasional más que a una unión de intimidad o compromiso. Se define por ello, como algo que sobreviene, que invade de manera instantánea (como una flecha de Cupido). Este intenso y repentino flujo de pasión caracteriza el comienzo de muchas relaciones. Esta pasión, después de servir de enlace a las personas, se irá reduciendo a medida que la relación va madurando. Los componentes de compromiso e intimidad se van desarrollando con el tiempo en una relación y serán estos los que dan lugar a una relación íntima duradera distinta de la turbulencia y ardor inicial de la pasión.

Los más vulnerables a sentir el amor pasional son los adolescentes que son capaces de enamorarse perdidamente y de forma casi instantánea, de sentir los altos y los bajos emocionales de la pasión y de experimentar incluso preocupaciones obsesivas con respecto al amado. En estas relaciones los padres, a veces torpemente, podemos llegar a intensificar el proceso interfiriendo o prohibiendo una vinculación pasional del adolescente con una pareja posiblemente no adecuada. Conocemos la historia de amor pasional de Romeo y Julieta que se vio intensificada por la oposición que ambos amantes encuentran en la desaprobación de su amor por parte de sus padres.

jueves, 10 de marzo de 2016

EL AMOR




EL AMOR

El amor es un sentimiento, una emoción de vital importancia para el ser humano. Los resultados de diferentes investigaciones indican que las buenas relaciones afectivas con los demás nos hacen sentir más saludables y más felices. Se demuestra además, que las personas que permanecen felizmente casadas o unidas a sus parejas, desarrollan un sistema inmunológico que los protegen de las posibles infecciones de forma más eficaz, que aquellos que tienen una unión con su pareja más conflictiva.

También han mostrado los distintos estudios que el riesgo de infarto tanto en hombres y mujeres  disminuye si éstos cuentan con personas que les brinden apoyo afectivo y emocional.

En general, las personas valoramos más las relaciones en nuestras vidas, que la satisfacción que nos pueden llegar a brindar nuestros trabajos, ingresos, o incluso nuestra salud. Las relaciones de amor son tan importantes para el bienestar que, como sabemos, la terminación de una relación puede llegar a ser devastadora tanto física como psíquicamente.

 Más vitales que estas relaciones que tenemos de amor en edad adulta, son las relaciones vinculares de amor que los más pequeños tiene con sus progenitores. Desde el nacimiento, incluso antes de este, el bebe recibe el afecto, el cariño, el amor de sus padres y establece una relación vincular vital para un adecuado y necesario desarrollo posterior. Es con este vínculo como el niño aprende a tener relaciones afectivas y desgraciadamente conocemos las dificultades y malestares que conlleva la falta de vinculación temprana de los niños con algún adulto de referencia y cuando ésta es una relación carente de afecto. Las consecuencias suelen ser muy graves para el pleno y adecuado desarrollo de la persona.

En las relaciones de gran amor, que perduran con el paso del tiempo, encontramos dos características que ayudan al mantenimiento y al incremento del amor: en primer lugar, estas relaciones satisfacen muchas de las necesidades individuales de cada uno de los miembros de la pareja, como la validación y confirmación de sus propias creencias y opiniones, como ser y tener un compañero de actividades de ocio y recreo y como fuente de comprensión para cada uno. Además, cuando los deseos y las necesidades de cada miembro de la pareja son similares se aumentan estos refuerzos y satisfacción de las necesidades y es un tipo de gratificación en la que se muestra un íntimo interés y afecto.

En segundo lugar, la relación da a los miembros de la pareja una sensación de enlace y ligazón. Sabemos que la pertenencia a un grupo puede dar a las personas un sentido de que tienen un lugar propio y especial y de que en éste otras personas valoran sus pensamientos, sus sentimientos y sus conductas.

 Así, pues, el desarrollo de la relación de amor se produce por medio del intercambio de refuerzos o recompensas a medida que los miembros de la pareja van satisfaciendo mutuamente sus necesidades. Los regalos y favores dentro de una pareja tienen, además, doble significado por el mensaje de amor y enlace que los mismos llevan de manera implícita.

En el amor de una pareja, la conducta sexual es especialmente apropiada como expresión de la cercanía de una relación y por ser una actividad placentera que permite una íntima y especial interrelación. Las actitudes de las personas sobre el sexo difieren de gran manera, dependiendo en parte del sexo y las diferencias personales. Así, algunos piensan en el sexo  simplemente como una actividad placentera y otros valoran el sexo como una expresión de intimidad y compromiso en la pareja. En ambos casos se valora la conducta sexual como apropiada para una relación de amor.

Como otras actividades placenteras, las relaciones sexuales pueden fortalecer una relación pero también pueden  llegar a ser el foco de conflicto. A pesar de ello las investigaciones muestran que la intimidad sexual está relacionada con el aumento de la satisfacción en la relación de pareja. Cuanto más gratificante y mutuamente placenteras sean las actividades en la relación, más se intensifican los sentimientos de amor en las partes.

Las relaciones de amor afectan a todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo la salud física. El apoyo social de afecto de los demás puede llegar a mejorar el bienestar en general y la salud.          

El amor, el afecto, la amistad, el cariño, la pasión, son  aspectos vitales en la vida que nos nutren y nos fortalecen en el crecimiento y satisfacción personal y social.




martes, 8 de marzo de 2016

TRASMITIR EL PLACER DE LA LECTURA

                                                                          IMPRESCINDIBLE PARA LOS HIJOS

En torno a los 6 años, los niños aprenden a leer en la escuela. Al principio la lectura se realiza muy despacio y casi sin poder llegar a dar sentido a la misma. A medida que se afianza en el aprendizaje, la lectura pasa a ser un acto natural del niño que le permitirá ir asimilando los contenidos de una forma educativa y también lúdica.

En la escuela además se fomenta la lectura, pero la costumbre de leer con frecuencia se adquiere básicamente por imitación que  no solo se produce en el colegio. Si un niño ve en su casa, a sus padres, a sus hermanos leer y disfrutar de la lectura, se animara y motivara. Compartir momentos de lectura en familia es una práctica muy recomendable que anima a los más pequeños. Por ello, los padres no podemos delegar totalmente en la escuela esta función. Es evidente que es en la escuela donde nuestros hijos aprenden la técnica para leer, pero también en casa nuestros hijos se van a sentir más o menos reforzados en sus adquisiciones y se van a motivar o no para la lectura. Tanto los maestros como los padres son un modelo a seguir, un referente fundamental para los aprendizajes de los niños. Para toda la educación y concretamente para la adquisición de la lectura, es fundamental la comunicación entre los maestros y los padres, que exista una buena colaboración entre las dos partes y una misma línea de actuaciones en la educación de nuestros hijos.

Cuando los niños todavía no saben leer, una práctica muy positiva para iniciarles es leerles cuentos. El niño aprende a disfrutar con esta lectura compartida, y poco a poco se puede ir fomentando su participación con la interpretación y comentarios sobre el cuento hasta llegar a su lectura parcial o total.

Cuando los niños por fin aprenden a leer y se sienten satisfechos por el aprendizaje realizado es importante escucharles en sus lecturas y reforzarles en sus pequeños progresos. Para facilitar este proceso hay que fomentar su autoconfianza y su autonomía. Todos sabemos que es más fácil leer mentalmente que en voz alta. Pero la lectura en voz alta, que requiere mayor esfuerzo por nuestra parte, es la que más ayuda en el entrenamiento para adquirir una buena lectura.

Al comienzo de este aprendizaje es bueno que los niños puedan apoyarse en los dibujos e ilustraciones de los libros, para así llegar a entender lo que se está leyendo. Para esto, es preciso ir seleccionando los libros de lectura de nuestros hijos según sus necesidades y gustos. Para adquirir cierta soltura en la lectura los niños requieren entrenamiento y para ello necesitan estar motivados. Es seguro que les pueden ayudar  las historias sencillas y divertidas, con dibujos e incluso viñetas que les permiten seguir la historia del relato con cierta facilidad.

La lectura esta en la base de muchos aprendizajes y es por ello que es muy importante que un niño llegue a tener una buena lectura comprensiva. Para posteriores estudios se requiere un buen nivel de lectura. Además es importante para conseguir una buena lectura, que los niños sean capaces de disfrutar con la misma y se introduzcan en la lectura para su deleite.

Una de las características de los niños en estas edades (entre 6-8 años) que nos puede ayudar a motivarles a disfrutar con la lectura es su gran curiosidad por las cosas. El niño se va dando cuenta que con su lectura gana en autonomía para conocer el porqué de muchas cosas sin tener que recurrir a los mayores. Puede descubrirlo leyendo libros. Así, por ejemplo, el niño que le guste mucho los coches le gustará leer cosas sobre coches. El que le gusta el fútbol también puede leer cosas sobre este deporte. Hay pues, que aprovechar esta gran curiosidad intelectual de los niños para motivar no solo el aprendizaje en general, sino también, el amor por la lectura y por todo lo que esta nos puede aportar.

Así, leer y disfrutar de la lectura con frecuencia, compartir la lectura con nuestros hijos, seleccionar libros que les sean interesantes y con las características adecuadas (dibujos, ilustraciones), visitar y participar de las actividades de las bibliotecas con nuestros hijos, son algunas de las actividades que seguro no solo animara a nuestros hijos y les motivara para la lectura, sino que además posiblemente nos animara a nosotros mismos para disfrutar más con la lectura e incluso más con nuestros hijos.


domingo, 6 de marzo de 2016

LA SONRISA Y LA RISA

                                                                       SONRISA Y RISA


Estas expresiones de emociones, generalmente agradables, están presentes en el hombre desde muy temprana edad. Así, las primeras sonrisas aparecen en el recién nacido durante el sueño y responden a simples descargas cerebrales sin contenido emocional. A partir de la tercera semana la sonrisa es más intensa y se produce en respuesta a estímulos producidos por los adultos, y poco a poco con la sonrisa el bebe aprende que es capaz de llamar y conseguir, también, la atención de los adultos. El bebe asimila enseguida que esta expresión tiene una función social importante y por eso la utiliza. Esta sonrisa del bebe, produce a su vez, en los adultos respuestas y comportamientos afectuosos, que vuelven a repercutir de forma positiva en el bebe. Una sonrisa de un bebe, no solo gratifica a su madre sino que consigue hacer una conexión emocional con la misma de especial ternura y afecto.

La sonrisa parece ser una expresión con un elevado grado de universalidad en los distintos lugares y distintas culturas. Todos sonreímos y entendemos la sonrisa casi de igual manera, incluso cuando esta se utiliza para comunicar o expresar mensajes diferentes.

Hay distintos tipos de risa. La simple sonrisa, la risa nerviosa, la risa sarcástica, la risa contagiosa, las carcajadas, la risa cínica. Cada tipo de risa nos explicaría el significado de la misma y en que momento o situación se da. Lo que está claro es que la mayoría de nosotros sabemos muy bien discriminar este tipo de risas.

Hay investigadores que han encontrado sobrados beneficios de la práctica de esta expresión. A nivel social, todas las relaciones claramente serán más favorables con unas sonrisas que sin ellas. Cuando uno habla de forma sonriente tiene mayor probabilidad de encontrar en su respuesta una sonrisa. De igual manera se producen estas respuestas en otro tipo de expresiones y es que de alguna forma éstas se nos pegan al sentirnos en la necesidad de devolver la misma expresión. Así, a nadie se le ocurre reírse ante una expresión de tristeza o dolor.

A nivel emocional existen hipótesis que explican como la sonrisa, al ser una expresión opuesta a la tristeza, conlleva también sentimientos opuestos a esta emoción y así, al sonreír nos esforzamos por apartarnos de esa tristeza o dolor y esto conseguirá, por ello, animarnos un poco más. Lo que de alguna forma es seguro, es que la expresión de la alegría nos libera de emociones, nos descarga de ansiedad, nos libera de tensión y el estrés que tenemos acumulado y que por ello, al igual que cualquier otra expresión de emociones, hace mantener nuestro equilibrio personal. Se ha demostrado por los expertos, como, no solo ciertas emociones son capaces de producir una expresión como la risa, sino también como la ejecución de gestos que caracterizan una emoción o la observación en los otros de estos gestos, podrían ser generadores de una emoción.

Un persona sonríe, generalmente cuando está de buen humor, cuando de encuentra con sentimientos agradables de alegría, deleite, vivacidad, satisfacción, confianza, amor, aprobación, etc. Además de expresar todos estos sentimientos, la sonrisa está inmersa en la comunicación. De está forma, aunque tengamos ganas y motivos suficientes para reír, trataremos de controlar está expresión cuando la misma no sea oportuna dada una determinada situación.

La sonrisa, quizás es más amplia que la risa y con ella no solo manifestamos nuestro grado de alegría y satisfacción, sino que además podemos manifestar nuestra empatía, entendimiento, aprobación, apoyo, reconocimiento e incluso reforzamiento en relación a nuestro receptor. La risa es más espontánea y resulta por ello más difícil de controlar. Todos conocemos alguna situación en la que aguantar la risa, generalmente por respeto al otro, nos ha resultado difícil, dado que con este autocontrol parece que se acrecientan las ganas de reír.

La risa, por lo tanto, es una expresión física más intensa que la sonrisa. La sonrisa suele aparecer en los niños con anterioridad o simultáneamente que la risa. Esta surge entre los cuatro y seis meses de edad en respuesta  a distintos estímulos como hemos visto propiciados por los adultos. Al año los niños son capaces de reír ante situaciones o circunstancias incongruentes o sorpresivas, como las muecas que les hacen sus papas o ante lo que sienten con las cosquillas.

Lo que es obvio en todo caso, es que tanto sonreír como reír tienen muchos efectos positivos, tanto en los que manifiestan estas expresiones como en los que las reciben. Además una simple sonrisa puede trasmitir nuestro apoyo, nuestra confianza, nuestra aprobación, nuestra gratitud, es una herramienta fundamental y muy necesaria para la empatía, para el apego y para unas buenas relaciones.